Será muy difícil juntar de nuevo un cuerpo de obra así, apuntó Emilio Payán
Foto? Entre canto y baile, los participantes leían poemas de Álbum de zoología. Foto María Luisa Severiano
Merry Macmasters
Periódico La Jornada
Lunes 13 de marzo de 2023, p. 5
Para despedir la muestra Cada quien su Toledo: Obra gráfica, 1960-2018, el Museo Nacional de la Estampa (Munae) organizó ayer un fandango con son jarocho, zapateado y lectura de poemas. Reunir las 185 obras, entre aguatintas, punta secas y litografías, representó un esfuerzo de dos años de investigación para el recinto.
Las piezas provenían de tres colecciones: una particular, del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca y del Munae, las dos últimas pertenecientes al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal). Nos da mucha emoción despedirla porque será muy difícil juntar de nuevo un cuerpo de obra así, expresó Emilio Payán, director del Munae.
Abierta al público el pasado 5 de noviembre, Cada quien su Toledo se convirtió en una de las exposiciones más visitadas del recinto. La cifra final de asistencia fue de 7 mil 726 personas, que para el Munae es muchísimo, ya que el recinto está tapiado, por las obras que se realizan en la zona y no se ve desde la calle, explicó Payán.
Foto? Entre canto y baile, los participantes leían poemas de Álbum de zoología. Foto María Luisa Severiano
Esta fue una exposición muy esperada, ya que se trató de la primera muestra de obra de Francisco Toledo (1940-2019) organizada en una institución pública de la Ciudad de México posterior a la muerte del pintor, grabado y ceramista el 5 de septiembre hace cuatro años.
Jaranas y zapateado
Con el fin de despedir la exhibición de manera no tan formal, el Munae lanzó en redes sociales una convocatoria para ser parte del fandango. Muchos de los participantes llegaron al recinto por el boca a boca. La mayoría estaba familiarizada con la obra de Toledo. De los primeros en arribar fue el ingeniero civil José Luis Parga, quien incursiona en el aprendizaje de la jarana. Se refirió a Toledo como un creador con exceso de imaginación.
Luego llegaron Juan Luis Sánchez, guitarrista español, quien también aprende a tocar jarana, y Alec Dempster, con su guitarra de son, aunque también es grabador y, por tanto, conoce muy bien la obra de Toledo. Siguieron Ana Cruz Leona con su bajo jarocho, Julián Ramírez con su jarana tercera en mano, Juan Pueblo y su jarana segunda, y Roxana Carrillo con su diminuto chaquiste ?la jarana más pequeña? y su canto.
El fandango se realizaría en la planta baja del Munae, de pronto la pequeña tarima para el zapateado fue trasladada al exterior dado el numeroso público. Fueron llegando más espontáneos, como Rocío Lezama y Shabd, ambas con jaranas, y Beatriz Ángeles, con su pandero y voz. Hubo que afinar el instrumento y ponerse de acuerdo, porque la mayoría no se conocía, pero una vez comenzada la música parecía que hasta habían ensayado.
Los descansos de la música fueron aprovechados para invitar al público a leer poemas extraídos del libro Álbum de zoología (Era/El Colegio Nacional, 1985, primera edición), de la autoría de José Emilio Pacheco y Toledo. Los poemas seleccionados tenían que ver con la temática animalística del oaxaqueño: Biología del halcón, El colibrí, El pulpo, Inmortalidad del cangrejo, Escorpiones, El sapo, Las grillas, Leones, Caballo muerto, El tigre y Elefantes marinos, entre otros.
El fandango duró más de dos horas, en las que quien no zapateó fue porque no quiso.
Cada quien su Toledo llegará en noviembre al Museo Morelense de Arte Contemporáneo Juan Soriano, en Cuernavaca, donde permanecerá hasta enero de 2024, anunció Emilio Payán, quien ya tiene la solicitud oficial. La muestra está abierta a otras itinerancias, aunque en cierto momento los grabados tendrán que descansar, en especial los que son propiedad del Inbal.
Curada por Ana Carolina Abad López, del equipo del Munae, la exposición se divide en tres núcleos: De Juchitán para el mundo, que abarca obras realizadas en los años 60 y 70 del siglo pasado; Toledo: forjador de instituciones, con obras de los años 80 y 90, momento en que el artista consolidó su labor como promotor y defensor de la cultura oaxaqueña, y Monos, fábulas y sismos, que reúne los trabajos de las dos últimas décadas de su vida, entre las que destacan sus series sobre relatos de Franz Kafka y las fábulas de Esopo.