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Quinientos años de vida... y contando

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Quinientos años de vida... y contando

Ángeles González Gamio
Periódico La Jornada.
21 abril 2024.
El predio que ocupa la gran mole de concreto que alberga la Suprema Corte de Justicia de la Nación formó parte del palacio del gran tlatoani Moctezuma; tras la Conquista, pasó a manos de Hernán Cortés. Se le conocía como Plaza del Volador, porque ahí se llevaba a cabo el famoso ritual indígena que increíblemente aún se celebra en muchos sitios.

En una parte del terreno se construyó a fines del siglo XVI el edificio de la Real y Pontificia Universidad. Años más tarde, el virrey Revillagigedo ordenó la construcción de un mercado con el objetivo principal de ubicar a los regatones (ambulantes ) que se conoció como Mercado del Volador.

Quinientos años de vida... y contando


En otro espacio de la vasta heredad, Cortés mando a construir casas y tiendas con el propósito de que las rentas se utilizaran para el sostenimiento de uno de su proyectos más queridos: el Hospital de la Purísima Concepción, que habría de conocerse como Hospital de Jesús. Lo mandó a levantar en un paraje denominado Huitzillan, donde se dice que tuvo el primer encuentro con Moctezuma.

Hace 500 años, en 1524, el conquistador inició el proyecto del nosocomio que le llevó varios años de trabajo para garantizar su organización y la solvencia económica que respaldaran su permanencia, lo que logró con tanto éxito que sigue funcionando.

Expresa en su testamento: se ha de hacer un hospital en reconocimiento de las gracias y mercedes que Dios le ha hecho en el descubrimiento y conquista de la Nueva España... y para descargo y satisfacción de cualquier culpa o cargo... que pudiera agraviar su conciencia.

La edificación comenzó en 1529, se piensa que el proyecto y dirección estuvieron a cargo del connotado alarife Pedro Vázquez, ya que Cortés se refería expresamente a él en su testamento.

El diseño arquitectónico del inmueble y del templo adyacente son una maravilla; al ingresar por alguno de los pasajes con comercios, de la ampliación que se realizó en los años 30 del siglo XX, se queda deslumbrado al encontrarse con la construcción del siglo XVI: dos hermosos patios con fuentes, separados por una majestuosa escalera de tres rampas y pasamanos con remates de bola, que comunica los dos pisos del hospital. En el segundo, hay un friso de grutescos de esa época.

La antigua sacristía ?ahora oficina del director? guarda tesoros, entre otros, el artesonado que cubre el techo, de madera fina, tallado en forma de un cajón que se va angostando hacia el fondo en forma piramidal. Está compuesto por 153 octaedros esculpidos con primor, que al fondo lucen exquisitas rosetas cubiertas de hoja de oro. Una obra de arte del ebanista español Nicolás Illescas, quien lo talló entre 1578 y 1582. Es el único del siglo XVI que se conserva en la Ciudad de México. También hay dos retratos de Cortés, mobiliario y pinturas religiosas de excelente calidad.

En el templo adjunto, la fachada principal aloja en el nicho central la escultura de Jesús Nazareno y en el interior, muy modificado, una estofada de la misma época que da testimonio del nombre del hospital. Perdió todos los retablos barrocos que lo adornaron. En la bóveda del coro, José Clemente Orozco pintó entre 1942 y 1944 una de sus obras más importantes: su revisión personal del Apocalipsis.

En este lugar se encuentran los restos de Hernán Cortés, quien pidió en su testamento que fuesen depositados en México. Se puede ver la placa en el costado izquierdo del altar mayor.

La institución fue tan bien planeada por el conquistador que sigue vigente; uno de sus aciertos fue hacerla laica, lo que la salvó de desaparecer por las Leyes de Reforma. A lo largo de muchos años se sostuvo de las rentas que para el efecto dejó destinadas Cortés y de la obligación que estableció a sus herederos de velar por su mantenimiento; durante 400 años estuvieron vinculados a la administración, hasta 1932, en que pasó a manos de eminentes médicos mexicanos.

A comer se ha dicho. Vamos a la añeja cantina Nuevo León, que ahora remodelada se llama La Nueva Don León, en avenida Pino Suárez 18. Un piso ajedrezado, nuevas mesas, barra y karaoke son las novedades. La misma sabrosa botana, carta renovada con pizzas y lo de siempre, pero las reinas son las tortas, la de pierna es suculenta con sus chilitos en vinagre a un lado y una cerveza helada es un festín.

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