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El Estado Mexicano desde 1821 y desde luego también, el Virreinato de la Nueva España en los tres siglos de Colonia, han tratado de borrar todo vestigio de una de las seis civilizaciones más antiguas del mundo.
El objetivo ha sido mantener al pueblo, a la base demográfica sustentadora de este país en la total ignorancia de sí mismos. Al perder la memoria histórica y quedar amnésicos, el pueblo queda indefenso y vulnerable pues carece de identidad y con ello pierde la capacidad de auto determinarse, aceptando mansa y dócilmente todo abuso, explotación e injusticia.
Los peninsulares en las Colonia impusieron su historia oficial, en la que la conquista y colonia quedan como un hecho civilizador, valiente y cristiano, en la que los “medios” usados, justician el fin logrado, y por supuesto, la civilización invadida quedó totalmente excluida y perseguida. En los dos últimos siglos de “vida independiente”, los criollos han escrito “su historia oficial”, partiendo de la premisa que la Colonia fue el “origen” del nuevo país que surge a partir de un lucha por lograr la independencia de la Corona Española y constituir una república libre y soberana. Los criollos ganaron y expulsaron a los peninsulares, pero mantuvieron intacto el Sistema Colonial, solo se pusieron a la cabeza, pero al igual que los peninsulares, los criollos han excluido totalmente al pueblo y la cultura emanada de la civilización invadida en “su proyecto de país”.
El desprecio, desconocimiento y descalificación de la ideología criolla en la formación del país llamado México es demoledor y suicida. Desde gobernantes, políticos, industriales, comerciantes hasta intelectuales y artistas, con sus grandes excepciones como los muralistas encabezados por Diego Rivera o pensadores como Guillermo Bonfil Batalla y Rubén Bonifaz Nuño, resulta más que ostensible en “la sociedad mexicana”. Bástenos citar al insigne educador y creador de la SEP, José Vasconcelos quien escribe en “La Raza Cósmica”, lo siguiente:
“En todo caso, la conclusión más optimista que se puede derivar de los hechos observados es que aún los mestizajes más contradictorios pueden resolverse benéficamente siempre que el factor espiritual contribuya a levantarlos. En efecto, la decadencia de los pueblos asiáticos es atribuible a su aislamiento, pero también, y sin duda, en primer término, al hecho de que no han sido cristianizados. Una religión como la cristiana hizo avanzar a los indios americanos, en pocas centurias, desde el canibalismo hasta la relativa civilización.” (p.12).
Pero el pensamiento de Octavio Paz no es muy diferente aún con su Premio Novel al de Vasconcelos. En 1995 escribe en el libro “Vislumbres de la India” lo siguiente:
"El ejemplo contrario y complementario es el de los pueblos americanos, que no pudieron resistir a los conquistadores europeos: sus culturas desaparecieron, a la inversa de lo que ocurrió con los hindúes, musulmanes y chinos ante el imperialismo europeo. El Choque entre los españoles y los mesoamericanos fue un violento encuentro entre civilizaciones que se resolvió por la derrota de la mentalidad mágica y la cultura ritualista. La inferioridad científica, filosófica, técnica y política de los mesoamericanos no explica enteramente a la conquista.
"Y pese al levantamiento del EZLN que ha conmovido a Occidente y a la lucha de los pueblos originarios por el reconocimiento a su autodeterminación, intelectuales “criollos” como Enrique Krauze siguen desconociendo y menospreciando a la Toltecáyotl.
De modo que en estos últimos siglos, la civilización del Cem Anáhuac, que tiene ocho milenios de existencia, ha quedado totalmente excluida en la toma de decisiones para conformar el modelo, primero colonial y posteriormente el neocolonial, tanto los peninsulares como los criollos no aceptan la existencia de la civilización ancestral, para ambos, todo terminó tajantemente en 1521 con la toma de Tenochtitlán. Esto es tan absurdo como pretender afirmar que las civilizaciones de la India o de China han sido desaparecidas por los procesos de la conquista, colonización, mestizaje y modernización. Las dos civilizaciones encuentran su esencia y su estructura contemporánea más profunda en su matriz civilizatoria ancestral. Lo mismo en el Anáhuac, pero eso no lo podemos ver o no lo queremos ver, por la colonización mental y cultural que padecemos.
En términos generales podríamos afirmar que existen tres niveles de conciencia con relación a la herencia civilizatoria ancestral del Cem Anáhuac. La beneficiada clase dominante, los herederos culturales y morfológicos de los invasores que no rebasan el 10% de la población y que poseen casi la mitad de la riqueza de la nación. Extranjeros que han llegado en sucesivas oleadas al territorio del Cem Anáhuac, desde 1519 hasta nuestros días. Esta gente, en general, rechaza categóricamente la existencia de la presencia de la civilización ancestral y es proclive al discurso de la ideología criolla, de que México es un país mestizo, sin racismo y clasismo, en donde todos son iguales y que los que trabajan y se esfuerzan logran hacer fortuna.
En el otro extremo se encuentra otro 10% de la población que el INEGI identifica como “indígenas”, porque en el censo acepta que habla una lengua original, aunque sabemos que muchísima gente que habla lenguas anahuacas, por la colonización mental y cultural, públicamente lo niegan. Éste 10% de la población “casualmente” es el más pobre y tan solo posee el uno % de la riqueza nacional, que son básicamente sus tierras que día a día son arrebatas por las empresas trasnacionales y los caciques locales. Esta gente, históricamente, se ha “remontado” a los lugares más apartados del territorio, tanto físico, como especialmente espiritual. Se atrincheran en sus tradiciones, fiestas, usos y costumbres, pero han perdido, -aparentemente- a sus maestros y guías, los poseedores de “la tinta negra y la tina roja”. Viven aferrados en la parte superficial de su cultura ancestral, sin el conocimiento consciente de la Toltecáyotl para las mayorías, aunque en la vida cotidiana la asumen culturalmente sin darse cuenta. Los hombres y mujeres herederos de la Toltecáyotl siguen misteriosamente asechando la realidad, tal vez, esperando el momento oportuno para emerger a la superficie. Sin embargo, en la práctica cotidiana de la vida comunitaria, el pueblo actúa y sienten, en base al milenario saber.
En medio de estos dos opuestos, se encuentra una inmensa masa amorfa de personas que han perdido las tradiciones, usos, costumbres y lenguas de la civilización ancestral, al dejar el campo e incorporase a las ciudades. Para la década de los años setentas del siglo pasado, el 70% de la población vivía en el campo. En el inicio de la segunda década del S XXI, se ha invertido la relación y el 75.5% de la población vive en zonas urbanas. Pero aunque la mayoría de “mexicanos” vivan en centros urbanos, su raíz cultural es y sigue siendo anahuaca. Esta gente ha sido brutalmente bombardeada por los medios masivos para “modernizarlos”, entiéndase, dejar de ser tradicionales para hacer suyos todos los modelos que el Mercado y la clase dominante les impone. Fundamentalmente el consumismo, el individualismo, el racismo, el clasismo y el “malinchismo”. Asumen nuevos modelos culturales en donde priva la vulgaridad, la falta de respeto, el abuso y el cinismo. Esta gente, en general, rechaza rotundamente sus orígenes campesinos, rurales o anahuacas. Para ellos es una ofensa que se les identifique con su Cultura Madre y su tierra natal. Son “citadinos y modernos” y por ello se siente “superiores” a sus hermanos de origen rural.
Resulta curioso, pero estos tres grupos coinciden, -sin darse cuenta-, en que están permeados total y absolutamente por la Civilización del Anáhuac y su matriz cultural representada en la Toltecáyotl. Los extranjeros que tienen generaciones y generaciones de estar avecindados en el Anáhuac, asumen inconscientemente patrones culturales muy profundos, abstractos y sutiles, que los hace ser diferentes a sus compatriotas que viven en sus países de origen. El caso más obvio es el de los españoles, que en el Anáhuac presumen ser “españoles” y en España, los “verdaderos españoles” les llaman “indianos”, justamente porque ya fueron transformados por la Toltecáyotl.
Los mestizos o amnésicos culturales, aunque no hablan un lengua Madre, no han perdido el ritmo y tono peculiar de lo que un día fue su “lengua original” al hablar el español. No pueden dejar de comer con las manos, sentir el Día de Muertos y cuando más se necesita, recurrir a la compasión de Guadalupe-Tonatzín, nuestra “Madre Querida”. Lo mismo en sus “usos y costumbres” sean en la vecindad o en los suburbios de las grandes ciudades, la “jefa o madrecita santa”, la familia, la hermandad, el compadrazgo, el bautizo, los quince años, la boda, el sepelio, la defensa del barrio o la colonia antes el calpulli, todos y cada uno de ellos, en su esencia y fondo, tienen un origen anahuaca…aunque no lo sepan o no tengan consciencia de ello. Efectivamente son mestizos, pero pretender que su “mestizaje” está más cerca de lo español, francés y ahora gringo, es no querer ver una tremenda realidad aunque se tiñan el pelo de rubio, se unten cremas blanqueadoras, les pongan a sus hijos nombres en inglés, compren tecnología, vistan ropa de marca y maldigan en inglés, no pueden quitarse la profunda impronta cultural de la Civilización del Anáhuac, lo que nos conduce a vivir como una sociedad aterradoramente esquizofrénica.
En efecto, el “mexicano” en general se asume como mestizo, Para él, es una afrenta y una agresión que se le identifique con la civilización del Anáhuac, tanto cultural como en su fenotipo. En la voz del pueblo, después de una “mentada de madre”, el epíteto o la ofensa más fuerte es la de “pinche indio”. En general, para ese 80% de “mexicanos” que no son descendientes directo de extranjeros, ni “hablan una lengua indígena”, asumen su mestizaje con una gran dosis española, libanesa, francesa, etc. El caso de los pueblos afro-mestizos recientemente empieza a tomar un lugar muy importante en la discusión del mestizaje, pues habían estado totalmente excluidos, cultural y étnicamente, en la discusión de las identidades.
Conclusión.
Los pueblos anahuacas siempre han sido mestizos. Antes de la invasión entre las etnias y culturas de todo el Cem Anáhuac y seguramente también con las etnias y culturas de la civilización de los Andes o Tawantinsuyo. Con la invasión europea y su posterior ocupación, no solo llegaron europeos, sino árabes, asiáticos y africanos. Esta serie de mezclas étnicas y culturales nos han enriquecido. La mezcla suma y diversifica, crea y recrea. Lejos de cualquier resabio racista, el encuentro de pueblos y culturas siempre ha sido favorable para la humanidad. Tal vez uno de los pueblos más mezclados del mundo es el español, done encontramos iberos, godos, celtas, bereberes, cartagineses, romanos, negros, judíos y árabes.
Los pueblos anahuacas de hoy son mestizos cultural y étnicamente. Lo cierto es que la base sustentadora, los cimientos más profundos de nuestro mestizaje, descansan en una de las seis civilizaciones más antiguas del mundo (no podría ser de otra forma). El problema es que esta milenaria sabiduría y riqueza humana no se reconoce, se rechaza y se excluye. Este fenómeno ha sido desarrollado por los procesos de colonización para dominar y explotar a los invadidos y sus descendientes que conforman la mayoría de los ciudadanos de este país.
Los anahuacas del siglo XXI, sean “anahuacas, mestizos o criollos”, necesitamos lograr recuperar “la totalidad de nuestra identidad”. Sería una estupidez concebir una supuesta e inexistente “pureza indígena”, pero resulta la misma estupidez, negar la base sustentadora anahuaca de nuestro mestizaje. No podemos seguir viviendo de espaldas a la tremenda realidad cultural del país e indudablemente a su mayor potencial. Esta esquizofrenia identitaria nos aniquila y debilita.
Reconocer y asumir esta amplia totalidad, es atentar contra los privilegios, canonjías y abusos de un sector reducido pero muy poderoso del país, que no solo poseen el poder económico y político, sino que poseen los medios masivos, el sistema educativo, cultural y religioso del país.
Los problemas torales de la nación indiscutiblemente que comienzan con la INJUSTICIA. Y la primera injusticia que vivimos es la exclusión de la civilización milenaria del Anáhuac. Devolverle al pueblo su memoria histórica y la totalidad de su identidad será el fin del periodo colonial, sino también, el inicio una nueva forma de convivir y compartir este país entre iguales, sin vencedores y vencidos.