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Guillermo Bonfil, precursor de tanto

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Guillermo Bonfil, precursor de tanto
Hermann Bellinghausen
Peridico La Jornada.
19 julio 2021.
Tras el alzamiento indgena zapatista de Chiapas en 1994, muchos nos preguntbamos, sabindolo ocioso, qu hubieran pensado Julio Cortzar y Guillermo Bonfil Batalla de haber vivido para verlo. Preguntrselo por Cortzar era un asunto sentimental y literario, una exageracin de ultratumba. En cambio, el si hubiera de Bonfil apuntaba a una ausencia real y significativa. No haca ni cinco aos de su muerte y una serie de eventos extraordinarios entre los pueblos indgenas de Mxico desencadenaban una revolucin mental, poltica, cultural e identitaria. Tambin en otras partes del continente americano.

Etnlogo lleno de curiosidades, emprendedor y sensible, pertenece a una generacin que todava soaba con crear instituciones para el conocimiento y encabezar proyectos conjuntos de investigacin y creacin de libros, colecciones, revistas. Por eso se entenda con gente como Pablo Gonzlez Casanova, Enrique Florescano, Carlos Monsivis y su amigo de toda la vida, aunque al final no tanto, Arturo Warman. Como ste, Bonfil vena del indigenismo clsico que desemboc en los aos 60, cuando dio sus mejores frutos antropolgicos y agrarios. Los antroplogos comenzaron a escribir como historiadores.

La sensibilidad y la inteligencia de Guillermo lo guiaron para surcar los suelos de Mxico en una clave cultural no paternalista, ms moderna que el mero pintoresquismo entonces en uso, nica manera de ver al indio desde la sociedad dominante. Nadie como l dio mayor sentido terico y prctico al concepto culturas populares entendidas como indgenas. Pues, a lo largo de aos pisando milpas y escuchando msicas y cantos en lenguas, explorando el maz en el paladar y el pensamiento, conociendo las races verdaderas de los pueblos, comprendi lo suficiente como para postular, con gran precisin, la idea de una civilizacin negada pero viva, una autntica civilizacin, diferente de la neoeuropea caracterstica de toda Amrica. Una construccin humana vasta como otras grandes civilizaciones milenarias, no desaparecida pero s enterrada: el Mxico profundo.

As titul su libro ms conocido, de esos que muchos mencionan y algo saben sin haberlo ledo. Ms que un lugar comn, acu un concepto ntido, opuesto al Mxico imaginario, como cruelmente caracteriz a la nacin dominante. La academia de la poca y el indigenismo consideraron utpico su Mxico profundo: una civilizacin negada (1987). Desde su maestro Gonzalo Aguirre Beltrn hasta su condiscpulo fraterno Arturo Warman; en resumen, estaba idealizando al indio.

Guillermo Bonfil, precursor de tantoBonfil llevaba tiempo dando guerra con eso. Adquirió presencia continental sin afiliarse al marxismo del sur ni al funcionalismo del norte, fertilizó los debates con la fundamental antología Utopía y revolución, donde consolida con documentos vivos la idea de una civilización en lucha. No sé qué tanto previó una literatura en lenguas originarias, ni un levantamiento armado de los mayas chiapanecos, ni el poderoso pragmatismo cultural y político de los wixaritari o los pueblos de la Montaña de Guerrero. Fue uno de los primeros en discutir en serio la autonomía y la autodeterminación como horizonte vital de los pueblos. Y del interés nacional por la tercera raíz afrodescendiente.

Y si uno se pregunta por qué comprendió tan lúcidamente a los indígenas, concluye que fue porque estuvo entre ellos solidario, comprometido, humilde, infinitamente curioso, valiente. Nunca dudó de qué lado estaba, aun incrustado en la administración pública o la academia inmaculada. Fallecido en 1991, no tuvo tiempo de presenciar el estallido y el despertar de los indígenas, catalizado en 1992 como revancha a los fastos estériles del quinto centenario del rey de España y los presidentes de Portugal y América. Un fantasma sacudió al continente con protagonismo mayor en Ecuador, México y Bolivia, y ecos poderosos en Guatemala, Chile y Perú.

Pero sí alcanzó a ver venir (y ver llegar) al neoliberalismo, coronado en México por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, usurpador del Estado nacional. Nadie como Guillermo Bonfil argumentó contra el desastre cultural que significaría el pionero Tratado de Libre Comercio que fatalmente nos unció a Estados Unidos a partir de la década de 1990. Cada día Guillermo resultaba más incómodo. Lo ilustro con uno de mis últimos recuerdos de él. Tengo otros, también muy últimos, sobre todo a partir de 1988-89. En uno aparece radiante, enamorado, renacido casi, como un día me confió en San Cristóbal de Las Casas al calor de bastantes tragos.

Debía ser 1990, en una reunión excepcionalmente concurrida y caliente del entonces numeroso consejo editorial de la revista Nexos, donde era una figura determinante. Guillermo se levantó de su silla al discutir la legitimidad del gobierno salinista, por el cual la revista había optado claramente bajo la vivaz dirección de Héctor Aguilar Camín, y dirigiéndose a su amigo de toda la vida Arturo Warman, flamante director del Instituto Nacional Indigenista y promotor incondicional del nuevo presidente, exclamó: ¡Ustedes se robaron la elección! Saben que no ganaron y no se lo merecen.

Fue un cubetazo de agua fría, cuando la discusión ya subía en el termómetro de los ánimos. Recuerdo entre los presentes a Florescano (fundador de Nexos), Monsiváis, González Casanova, Alejandra Moreno Toscano, Soledad Loaeza, los Aguilar Camín, los Pérez Gay, Lourdes Arizpe, José Blanco y muchos más. Creo que también estaban Elena Poniatowska, Adolfo Gilly, Rolando Cordera, José Woldenberg y un ex director de El Colegio de México.

Intensas e interesantes, las juntas mensuales se habían reactivado recientemente, luego de años de existencia más bien nominal del consejo. La intervención de Guillermo hizo que fuera la última. Trazó una grieta importante, que dejó de un lado a una minoritaria izquierda al volverse Nexos un órgano del régimen neoliberal; la raja terminaría por quebrarse después de enero de 1994, cuando la revista se pronunció inmediatamente por el exterminio de la guerrilla indígena.

Como otras cosas, también esa guerra indígena Bonfil la debió suponer posible. Cuánta falta hizo su voz en los Diálogos de San Andrés en 1995-1996 para contrarrestar el discurso tóxico del salinismo-zedillismo militarizado y la mano maestra de Warman para frenar la autonomía indígena y atizar la guerra de contrainsurgencia, con los resultados que todos conocen.

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