La civilización del Anáhuac es una de las seis más antiguas y con origen autónomo del mundo. Tan antigua como la China o la India, inició la agricultura en el sexto milenio antes del nacimiento de Cristo. En su primer periodo conocido como Preclásico, que duró aproximadamente del año seis mil a. C. hasta el año 200 a.C., los antiguos mexicanos construyeron las bases materiales de lo que en el siguiente periodo será su portentoso florecimiento espiritual.
En efecto, desde la "invención" del maíz y la milpa, la agricultura será el detonante que les facilitará, no sólo la sobre vivencia de los pueblos, sino que fundamentalmente, les permitirá disponer de tiempo libre para investigar el maravilloso y misterioso mundo que los rodeaba.
De esta manera, los antiguos pueblos del Anáhuac a través de más de cuatro mil quinientos años, irán investigando, asimilando, sintetizando y sistematizando sus conocimientos por ellos mismos adquiridos, para que aproximadamente en el año mil quinientos a. de C. aparezca las primeras formas culturales, de lo que se llamará la Cultura Madre.
Los Olmecas contarán un una sólida base cultural que les permite tener un adecuado sistema alimentario, un excelente sistema de salud, un eficaz sistema educativo y un armonioso sistema de organización y un régimen jurídico.
Esta basa de conocimientos les permitirá a los antiguos anahuacas iniciar el segundo periodo conocido como Clásico, en donde la sabiduría humana llega a su esplendor, permitiéndoles alcanzar a los Toltecas, el logro más importante de todas las civilizaciones "Madre".
Como Egipto, Mesopotamia, China. India y la Zona Andina, los antiguos mexicanos llegaron a cristalizar la aspiración más exaltada de su sensibilidad y espiritualidad. En efecto, los hombres y mujeres de conocimiento lograron trascender los limitados perímetros materiales de su existencia y penetraron en los campos luminosos e inconmensurables de la fuerza espiritual.
Los conocimientos, prácticas y sabiduría relativos a la búsqueda universal por trascender nuestra existencia en este mundo material, son conocidos como TOLTECÁYOTL.
Legado de la sabiduría de un pueblo que se ha negado a su muerte histórica y que ha sabido sobrevivir agazapada y encubierta cientos de años, en espera del momento revelador de su luminosa presencia. No ha muerto el Huehuetlahtolli, la antigua palabra en los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos. El topial in Tlahtolli, el legado nuestro, la palabra no ha muerto. Sigue vivo y es precisamente lo que nos ha permitido sobrevivir estos cinco siglos extraviados en este doloroso laberinto de soledad nuestra.
El conjunto de conocimientos, prácticas, tradiciones y costumbres que hemos heredado de los ilustres y sabios, de los llamados Toltecas, nuestros Viejos Abuelos, se ha sabido mantener viva, vigente y vibrante, esperando que un día los hijos de sus hijos, ¡la hagan suya!
La hagan suya para florecer sus corazones:
Para amar y cuidar a nuestra Madre Querida, esta amorosa Tierra que nos ha dado asilo.
Para forjar en el rostro de nuestros cachorritos y palomitas, un rostro propio y un corazón verdadero y enseñarlos a obrar con rectitud y decir palabras verdaderas.
Para dar valor y fuerza a los Guerreros y las Guerreras de la Batalla Florida, aquellos que aprenden a vencerse a sí mismos y ayudan a mantener el equilibrio del mundo.
Para los hombres y mujeres sabias que nos enseñan a Humanizar el Mundo.
Para florecer la vida con canto de pájaros y aroma de flores.
Para los que buscan humanizar el querer.
Para los que intentan llegar a la Muerte Florecida.
Para los que buscan la inconmensurable y prístina Luz.
Es por ello que la palabra sigue viva en nuestro tiempo
y así nos han enseñado a recordar:
“Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas,
Nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,
Nuestros tatarabuelos, nuestros antepasados.
Se repitió como un discurso su relato,
Nos lo dejaron y vinieron a legarlo.
A quienes ahora vivimos,
A los que salimos de ellos.
Nunca se perderá,
Nunca se olvidará
Lo que vinieron a hacer,
Lo que vinieron a asentar,
Su tinta negra, su tinta roja,
Su renombre, su historia, su recuerdo.
Así en el porvenir
Jamás perecerá, jamás se olvidará,
Siempre lo guardaremos
Nosotros, hijos de ellos.
Nietos, hermanos menores,
Tataranietos, biznietos,
Descendientes, su sangre, su color,
Lo vamos a decir, a comunicar
A quienes habrán de vivir,
habrán de nacer, a los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos Toltecas”.
La misión de este espacio Web es contribuir a la revaloración de nuestra Identidad Cultural a partir del conocimiento de nuestra Historia y acabar con la colonización mental y espiritual que hemos sufrido a lo largo de estos últimos cinco siglos.