La que hoy día es la más severa de las ciudades arqueológicas, durante su vida fue de una magnificencia cuyo recuerdo conmovido se perpetuó hasta el fin de los tiempos prehispánicos. Este cambio radical es debido, sobre todo, a la circunstancia de que eligió la pintura como principal modo de expresión, y la fragilidad de obras de este género una vez expuestas a la intemperie hizo que la gran Tollan, fulgurante de colores y de imágenes como ninguna otra, se apagara, fuera reducida en el curso de los siglos, a sus líneas esenciales.
https://scontent.fmtt1-2.fna.fbcdn.net/v/t1.6435-9/197790609_4369881166369983_4704196556017716641_n.jpg?stp=dst-jpg_s1080x2048_tt6&_nc_cat=109&ccb=1-7&_nc_sid=669761&_nc_eui2=AeFtB_U4NgRrFVZF0nM3tO-p_RkJbhBhyE_9GQluEGHIT7BCRpJS6y1HPOgEkMzdS6fMpQ6_Cb654o9FH1y9pE1y&_nc_ohc=ohw7yDNzzvUQ7kNvgHrCBBT&_nc_zt=23&_nc_ht=scontent.fmtt1-2.fna&_nc_gid=AvGWlvBCY0jMLcl_-65znE-&oh=00_AYDaEHJwDwnjPwtcLzZ5MbQMvFaA189HRsnVtuo0WIxIEw&oe=67A24182
Pero, si las pinturas de las pirámides no son ya más que débiles trazos pálidos, hay, sin embargo, vestigios que permiten admirarlas en su brillo originario: el de los palacios situados alrededor del centro ceremonial -corazón de la ciudad- sobre una área de varios kilómetros de superficie. En estos casos la conservación es debida a la costumbre, de orden religioso sin duda, de echar abajo un edificio para levantar uno nuevo sobre los cimientos del anterior. A este efecto, las paredes eran demolidas a una altura aproximada de un metro y los escombros llenaban las superficies condenadas, de tal modo que el piso de la última construcción sellaba el material de la precedente. Habiéndose cubierto todos los muros con frescos, este material así preservado está constituido por innumerables fragmentos y porciones intactas de pinturas que resucitan, vibrantes todavía de su vida antigua, los misterios de la religión nahual.
A juzgar por las capas de estuco de los pisos que afloran por todas partes, y por la cantidad de cerámica, de figurillas y objetos de piedra preciosa que los habitantes de esta zona venden a escondidas, el número de esas residencias debe ser incalculable. Es frecuente enterarse de que alguien tiene pedazos de pintura para vender, y fue este mismo comercio el que, en 1942, puso sobre la pista de estos tesoros cuya importancia para la historia precolombina sobrepasa todo lo que la arqueología ha descubierto en México desde hace largo tiempo.
Solamente tres de estos palacios han sido hasta ahora parcialmente explorados y el material obtenido, a pesar que no representa más que una parte ínfima de lo que cada uno de ellos podría suministrar, ha revelado documentos sensacionales. Antes de iniciar su desciframiento, estos frescos confirman ya una referencia histórica acerca de la antigua Tollan.
Como nos dice Sahagún:
Hermosas son sus casas, taraceadas con turquesas (mosaicos)
Alisadas, revestidas de estuco (frescos).
Bien maravilloso.
Lo que se llama una casa tolteca es adornado artísticamente con dibujos, labrado del todo con arte perfecto.
Por su parte, Ixtlilxochitl afirma que los toltecas. . .
Hacían la mejor cosa de la que hay en el mundo, en su tanto, eran hechiceros, nigrománticos, brujos, astrólogos, poetas, filósofos, y oradores. .. Y pintores los mejores de la Tierra.
La profusión de frescos -sin paralelo en Mesoamérica y acaso en el mundo entero- en la Ciudad de las energías identifica a ésta, una vez más, con la capital de los toltecas. (Es bueno recordar que, a pesar de que ha sido infinitamente más explorada que Teotihuacán, la Tula del Estado de Hidalgo no ha suministrado un centímetro de pintura mural.)
Es innecesario insistir sobre la urgencia que habrí
a en explorar estos sitios donde cada muro constituye una página de un códice único y espléndido que está en peligro de desaparecer antes de que se haya podido estudiar su contenido. Más de una vez he debido escuchar impasible el relato de las dificultades con que se tropieza para desprender los frescos de los viejos muros que se descubren trabajando la tierra: "Son tan frágiles -se lamentan-, que se destruyen mucho antes de obtener un buen pedazo para venderlo..."
Figura 12. Cerámica conocida bajo el nombre mazapán
Estos muros que se deshacen entre las manos de los campesinos encierran la clave de la estructura espiritual mesoamericana.
Por fortuna, la cerámica, que alcanza en Teotihuacán la perfección de un gran arte, ha conservado también muchos símbolos. Las técnicas decorativas empleadas son innumerables, pero fueron principalmente dos de entre ellas las que sirvieron para ilustrar las escenas religiosas: la del fresco y la de bajorrelieve, llamada de champ-levé. Sin duda a la primera, que por su belleza debió impresionar más que las otras, se refiere el autor de los Anales de Cuauhtitlan cuando, hablando del gran Quetzalcóatl rey de Tollan, dice: "...Era muy gran artífice en sus obras de loza en que comía y bebía,... eran pintadas de azul, verde, blanco, amarillo y colorado..." Estos son exactamente los 'colores de la cerámica teotihuacana pintada al fresco. Conviene insistir en que ni un solo objeto que testimoniara el empleo de esta técnica ha sido descubierto en Tula-Xicotitlan; la cerámica de este lugar, la llamada Mazapán, que algunos arqueólogos consideran como el prototipo de la cerámica tolteca, está formada por vasijas, con o sin pies, uniformemente ornadas por líneas rojas indulantes (Fig. 12).
El estudio del simbolismo náhuatl en sus fuentes es posible, entonces, gracias a la decoración de la cerámica y a la riqueza de contenido de las pocas pinturas murales descubiertas.
El Lenguaje Simbólico Náhuatl,