El día había sido muy largo, el Sol declinaba lentamente. El cielo se encendía entre montañas de nubes, rojas y naranjas que se amontonaban en el horizonte, acompañando al incandescente Señor de los Dardos de Fuego en su viaje al inframundo, al lugar de los descarnados. El Valle del Fríjol, todo cubierto de amorosas milpas, se preparaba para recibir los misterios de la noche. La casa de Garra de Tigre estaba llena de amigos y parientes, en especial de mujeres laboriosas, que preparaban todo lo necesario para el gran acontecimiento. Flor Mentida, su esposa, estaba por hacer florecer el fruto de su amor, que durante nueve meses llevó en su vientre.
Tenía cinco días de haber llegado la partera, era la costumbre que ella preparara los alimentos y dirigiera a las mujeres jóvenes, que aprendían y servían con emoción. Los amigos de Garra de Tigre por su parte, además de traer alimentos para el "gasto" de los invitados y ayudantes, traían palabras de aliento al futuro padre.
Garra de Tigre entendía ahora, porqué su corazón fue atrapado por la energía de Flor Menudita. Al aproximarse el nacimiento de su hijo, se le juntaban todas las emociones en el pecho. Estaba cumpliendo con su destino.
La noche cubrió totalmente el fértil valle. La luz de las antorchas y los fogones alumbraban las casas del pueblo, el cual se preparaba para descansar. De pronto, el cielo iluminado por una enorme luna llena, se vio obscurecido por una invasión de negras y pesadas nubes, que presagiaban tormenta.
La partera, mujer sabia y conocedora de la naturaleza, se dio cuenta que ésa noche caería una gran tormenta y nacería el niño. La paz del pueblo fue rota por un relámpago, que primero iluminó el valle y después estremeció los cuerpos con un fortísimo trueno. La lluvia se precipitó como por mandato, desde el primer momento cayó abundante y se mantuvo toda la noche.
Las mujeres jóvenes se pusieron a rezar y la partera con cuatro mujeres de experiencia empezaron a trabajar. Los gritos de dolor eran opacados por los truenos y el ruido del agua al golpear la tierra. Flor Menudita luchaba con fuerza, en medio de grandes dolores, por traer al mundo a su hijo.
Fue en la madrugada cuando terminó la gran tormenta. De la misma manera en que empezó, se desprendió del cielo un luminoso relámpago, como nunca antes se había visto y su potente trueno anunció el nacimiento del niño; mientras una inmensa águila volaba en torno a la casa del recién nacido.
El trueno despertó a todo el pueblo, quien pudo escuchar en el extraño silencio que dejo la tempestad, el grito del niño y vio el extraño vuelo nocturno de la majestuosa ave, que caló profundo en el corazón de todos.
Entonces la partera tomó al niño y le dijo: "Se muy bienvenido, amado niño. Sabemos de los trabajos que has tenido para llegar a este mundo, lleno de fatigas y sufrimiento. No sabemos que dones y ventura te han dado los dioses, esperamos que seas digno heredero de tus padres y tus abuelos, y que logres florecer entre nosotros". Al terminar de hablar, la partera le cortó el ombligo al niño y enterró la placenta con Garra de Tigre el patio de la casa. Para después lavar y poner a secar el ombligo en un recipiente de barro que tenía olorosas hierbas.
En la casa todo era alegría en torno a la pareja y su vástago, se encontraba reunida toda la familia. Como era costumbre, el más anciano de la familia paterna, inició un discurso solemne a nombre de todos: "Hijo mío muy amado y muy tierno, recibe aquí la enseñanza que nos dejaron, nuestro señor, nuestra señora, tu padre y tu madre. Sabe y entiende, que esta no es tu verdadera casa, aquí donde haz nacido, porque eres guerrero del espíritu, águila dorada, siervo de nuestro señor que está en todas partes.
Este lugar al que has llegado, no es tu casa definitiva, es solo un nido temporal. Porque aquí haz venido a brotar a florecer, a aprender a volar.
Tu propia tierra, es otra; en otra parte estás prometido. Esta tierra es tan solo el campo de batalla donde debes aprender a vencerte a ti mismo. Tu verdadera tierra está en el Sol".
Después la más anciana de la familia de la madre, inició su discurso de esta manera: "Hija mía, muy amada. Mujer valiente y esforzada, Te haz comportado como el águila y como el tigre en el campo de batalla. Haz luchado, haz sufrido, haz vencido, nos diste a un hermoso niño, amada y querida hija mía. Nuestro padre, nuestra madre; están satisfechos de ti." Después de los discursos, todas las personas reunidas en la casa, se acercaron a saludar al más pequeño del pueblo y a felicitar a los orgullosos padres. Inmediatamente llegaron los hombres sabios de los libros, los poseedores de "la tinta negra y roja". Primero preguntaron la hora exacta del nacimiento; consultaron los libros y discutieron entre ellos, los parientes mientras tanto guardaban un respetuoso silencio y los padres expectantes esperaban el dictamen de los hombres sabios.
Entonces tomó la palabra el más anciano y dijo: "Señores y señoras y todos los que están amorosamente reunidos en esta casa. Los que son parientes o amigos de los padres de nuestro nieto. Que es nuestra piedra preciosa y nuestra pluma rica, que ahora nuevamente ha llegado y que se ha manifestado. Que es una piedra preciosa y un sartal de cuentas de oro, y es cabello y uña de sus antepasados. Por algunos días tendrá necesidad el niño de toda su ayuda, él es la esperanza de los viejos abuelos y de nosotros, este niño, como todos los niños representa nuestro luminoso futuro. Nuestro gran padre nos da la oportunidad de cuidarlo y servirle, porque esto es una gran fiesta y una maravilla."
Inmediatamente el sabio anciano, se dirigió a los padres y les dijo: Aquí están, hombre y mujer como los padres de este niño; gócenlo y sea su mayor riqueza. Esta pequeñita piedra preciosa, este manojito de plumas de quetzal, que es como un pedazo de piedra preciosa cortado de sus antepasados, la esperanza de todos nosotros. Madre y padre, me complace decirles que su piedrita preciosa nació en un buen signo, en justo tiempo y en debido lugar; más como todo en la vida y el mundo, está compuesto de pares complementarios; porque así es el día y así la noche; así el frío y así el calor, su piedrita preciosa tiene encomendada una difícil labor. Su hijo trabajará mucho y no tendrá nada; los dones que el gran señor le dio, no serán para él, ni para nosotros... él será semilla de otros tiempos. Ese es pues su afortunado y difícil camino. Por haber volado una gran águila en la hora de su nacimiento y por su destino, el nombre que llevara nuestra piedrita preciosa, será el de Águila Nocturna.
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