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INVASIÓN Y COLONIZACIÓN

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A partir de 1492, la colonización europea inicia la explotación y depredación de pueblos y recursos naturales del planeta y con ello da inicio el capitalismo. De esta manera van llegado como verdaderas plagas bíblicas los europeos a América, África y más tarde a Asia.

Es a partir de esta expansión que se ven destruidos o transformadas las diferentes formas de organización social, económica, cultural y religiosa de los pueblos y gobiernos del mundo antiguo, quedando sujetos periféricamente al control central de Europa.

Sin embargo, es importante comparar y diferenciar la invasión con la colonización. Las dos buscan explotar a los pueblos invadidos y depredar sus recursos naturales en favor de los invasores. La diferencia se encuentra en que la invasión no se mete ni destruye la cultura y religión del pueblo invadido.

En cambio, la colonización basa su estrategia justamente en que el pueblo invadido pierda la lengua, la memoria histórica, los conocimientos, los espacios y su religión.

 

Al perder estos cinco Elementos Culturales el pueblo invadido queda indefenso, vulnerable, como un zombi dócil antes las políticas coloniales de explotación y extracción.

Esta “amnesia de sí mismo” hace esclavo al invadido, pero sobre todo, lo convierte en un colonizador de sí mismo y de su pueblo. En efecto, el colonizado en vez de tratar de derrotar y expulsar al invasor-colonizador, hace que se convierta en otro colonizador.

El “colonizador-colonizado” en vez de rechazar a su invasor-explotador lo trata de igualar. Amputa de su identidad sus raíces y pretende torpemente “disfrazarse-igualarse” a su explotador, jugando un papel doble de “colonizador-colonizado”.

Sumiso y servil ante su explotador extranjero y al mismo tiempo, feroz y despiadado con sus iguales, con sus hermanos. Permanentemente despreciando lo propio y exaltando lo ajeno. Denostando lo ancestral y sobrevalorando lo nuevo venido de afuera.

Un buen ejemplo de una invasión fue la que sufrió la península ibérica a manos de los árabes. En 711 inició la invasión y la ocupación duró hasta 1492. Fueron casi ocho siglos de dominación-ocupación musulmana de la península.

Durante este largo periodo de tiempo los árabes gobernaron, explotaron a los pueblos originarios de la península y depredaron sus recursos naturales en favor del Islam. Sin embargo, los árabes no se metieron con la lengua, la memoria histórica, los conocimientos, los espacios y la religión de los pueblos originarios de la península, solo los explotaron.

Como no destruyeron la cultura originaria y se mantuvieron los Elementos Culturales que la conformaban, los padres les enseñaron a los hijos, -de generación en generación-, que debían “echar a los moros al mar” y, después de 781 años lo lograron.

Durante estos siglos de ocupación árabe, los judíos que tenían siglos de haber llegado a vivir a la península se aliaron a su “primos” los árabes, y los pueblos originarios de la península tuvieron que cargar con la peor parte. Lo que los mantuvo fue justamente su cultura y su identidad.

En efecto, la “resistencia cultural” se fundamenta en los Elementos Culturales de los pueblos. Ésta es la diferencia entre una invasión como la árabe en lo que hoy es España, y la colonización que hicieron los españoles en el Anáhuac. Los árabes invadieron ocho siglos, los españoles colonizaron tres.

 

Los españoles-extranjeros han sustentado la explotación y la depredación del Anáhuac en estos cinco siglos a partir de tratar de destruir la milenaria cultura de los pueblos invadidos. Los europeos invadieron India y China hasta el siglo XIX y no pudieron destruir sus Elementos Culturales, por lo que hoy gozan de mayor conciencia e identidad.

Desde 1521 empezaron por prohibir las lenguas originarias e imponer el castellano, destruir la memoria histórica milenaria, no solo con la quema de los códices, sino con el feroz extermino de los maestros, sacerdotes, pensadores y la destrucción del milenario sistema de educación del Anáhuac.

Arrasaron totalmente con toda la estructura de conocimientos y saberes ancestrales acusándolos de demoniacos, primitivos e inservibles para “el nuevo mundo y la nueva sociedad”. Los anahuacas quedaron solo en calidad, primero, de animales y después de mano de obra esclava.

Se apoderaron, nos solo de las “mejores tierras”, sino de todos los espacios que identificaban y cohesionaban a los pueblos, fueran éstos espacios sociales, recreativos o sagrados. El punto era dejar sin “base y sustento” a los pueblos invadidos para que perdieran su identidad cultural.

Finalmente, y a partir de una inconmensurable escalada de terrorismo de Estado, los invasores persiguieron, torturaron y asesinaron a los sacerdotes y autoridades religiosas para decretar oficialmente la “expulsión del demonio” de las tierras arrebatadas a los pueblos originarios. La iglesia católica y la Santa Inquisición fueron las responsables de este holocausto.

Esta persecución feroz y deshumanizada se ha venido mantenido a lo largo de estos cinco siglos, ayer eran “alzados y ministros del demonio”, hoy son subversivos al modelo económico y transgresores de la paz social.

La acción permanente de violencia y despojo por el Estado criollo en contra de los pueblos originarios y sus territorios ancestrales, en favor de las grandes empresas nacionales y transnacionales viola los derechos humanos y comunitarios.

La resistencia se sustenta en la conciencia comunitaria e identidad cultural.

Pero volviendo al punto entre invasión y colonización. Si los españoles durante generaciones mantuvieron la consigna de “echar a los moros al mar”, en el Anáhuac ha sido la de enseñarle a los hijos a convertirse en un invasor-colonizador. A eso le llamamos “triunfar, modernizarse, tener un vida mejor”.

En efecto, al perder la lengua, la memoria histórica, los conocimientos, los espacios y la espiritualidad, el pueblo se convierte en un colonizador de sí mismo. Pretende hacerse a “imagen y semejanza” de su colonizador. Trabaja consciente o inconscientemente en fortalecer y perpetuar el sistema neocolonial.

La gente que tiene que ir a trabajar como ilegal a Estados Unidos, regresa tratando de “comportarse-asemejarse-igualarse” a quien lo maltrató, explotó y vejó.

Porque de esta manera, él cree, que ya es superior a sus iguales. Finalmente es despreciado por los propios y por los extranjeros, que jamás lo aceptarán como igual y se pierde en el “laberinto de la desolación”, ni de aquí ni de allá.

El profesor inconsciente, en el aula es otro “agente colonizador” que ha jugado un papel fundamental en la neocolonización. El profesor, desde los tiempos “vasconcelistas” hasta nuestros días es “la cabeza de playa” de “la modernidad”.

El modelo es que los pueblos herederos de la civilización del Anáhuac no tienen nada que aportar al “modelo nacional criollo” y hay que “civilizarlos” es decir “modernizarlos”.

 

Vasconcelos en el prólogo de su obra “La Raza Cósmica” señala: “En todo caso, la conclusión más optimista que se puede derivar de los hechos observados es que aun los mestizajes más contradictorios pueden resolverse benéficamente siempre que el factor espiritual contribuya a levantarlos.

En efecto, la decadencia de los pueblos asiáticos es atribuible a su aislamiento, pero también, y sin duda, en primer término, al hecho de que no han sido cristianizados. Una religión como la cristiana hizo avanzar a los indios americanos, en pocas centurias, desde el canibalismo hasta la relativa civilización”. JV.

La visón de que en las comunidades solo existe ignorancia, retraso e incapacidad y que el profesor tiene la “misión de modernizar” y con ello llevar el progreso, era, hasta hace muy poco tiempo, la forma en la que se preparaban a los futuros docentes en las normales.

De esta manera la “resistencia cultural” permitió hasta mitad del siglo XX mantener los valores y principios ancestrales en las comunidades, pero cuando penetró la SEP a todos los rincones del país con su “profesor modernizador-colonizador”, y posteriormente la televisión y la radio; la lengua, las tradiciones, fiestas, usos y costumbres empezaron a perder vigencia y fuerza de cohesión social.

El último factor transformador en las comunidades ha sido la migración, que ha cambiado profundamente la forma de ver, sentir y entender el mundo y la vida, especialmente en la juventud, que ahora no pretende emigrar a las grandes ciudades del país, sino a los Estados Unidos.

Cuando la gente en las comunidades zapotecas, mixtecas, mazatecas, etc., deja de sentir, pensar y actuar de acuerdo a su milenaria visión del mundo y la vida, sus saberes comunitarios, su lengua y sus tradiciones pasan a ser folklor, totalmente inútiles e imprácticas, por lo cual necesariamente se condenan a su desaparición.

 

Conclusión. La revaloración y utilización de “los saberes comunitarios” en el sistema educativo, especialmente en estados como Oaxaca, que es, -“la reserva espiritual de México”-, resulta el mejor instrumento para combatir la colonización cultural cinco centenaria.

En efecto, cuando el profesor logra vincular su trabajo en el aula con “los saberes comunitarios” que poseen sus estudiantes, padres de familia, hombres y mujeres de conocimiento y sus autoridades tradicionales, permite que la comunidad recupere la lengua milenaria y la sabiduría que ella posee y que orienta para tener mejor calidad de vida.

La memoria histórica está viva en la comunidad, lo mismo que los saberes ancestrales y la espiritualidad, lo que se requiere es la recuperación de todos estos espacios, físicos e intangibles y a través de la revaloración por medio del proceso educativo, los niños y jóvenes, podrán fortalecer su auto estima, su identidad y su capacidad para apropiarse de un mundo cada vez más globalizado, pero haciendo sus propias decisiones.

Los saberes comunitarios representan el inicio del camino para recuperar los Elementos Culturales e incorporarlos en la construcción de una educación crítica y una sociedad más justa en la que se acaben para siempre, los vencedores y los vencidos, los colonizados y los neocolonizadores.

 

 

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