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INAH, 84 años: Los retos de la nación y de su inmenso patrimonio

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INAH, 84 años: Los retos de la nación y de su inmenso patrimonio

Diego Prieto Hernández*
Periódico La Jornada.
2 febrero 2023.
En 1939, la obra cardenista culmina la Revolución, con una idea de nación que cuidaba su soberanía, su población y sus recursos naturales, que fomentaba industrias, ciudades y también la agricultura; que proponía una riqueza regulada por la justicia social, en que conviviesen empresas privadas y cooperativas, ejidos colectivos y organización obrera. La historia daba vuelta a la izquierda; la utopía cardenista estaba de pie, en ese año clave en que nació el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

De ahí lo inmenso de su misión originaria: ser el guardián de un patrimonio visible y oculto en un país enorme; de culturas antiguas y ciudades virreinales, ya bajo el paso de titán de la modernización de urbes e infraestructuras.

Un inicio de discretas oficinas para los fundadores, antropólogos, arqueólogos, arquitectos e historiadores, que fue creciendo a escala nacional hasta los años 70, con Guillermo Bonfil, y que a la fecha es una institución cultural única en México y en América Latina.

INAH, 84 años: Los retos de la nación y de su inmenso patrimonio



Una fábrica de conocimientos especializados, con brazos operativos en todo el territorio, los Centros-INAH; una comunidad de más de 7 mil trabajadores, ocupados en una diversidad de disciplinas, especialidades, técnicas y habilidades, en que el orgullo profesional y la pasión por el patrimonio se funden y refuerzan día con día, pese al corsé de un déficit presupuestal histórico, que a duras penas vamos revirtiendo.

El INAH nació de una idea de nación que miraba al futuro recuperando el pasado. Ello supuso, de manera creciente, priorizar el sustrato cultural indígena que la singulariza, frente al imaginario mestizo y unicultural prevaleciente. Todo esto sustentado en el trabajo de expertos y profesionales en un abanico de oficios y actividades.

De ahí su conducción científica, sus redes de escuelas, sus academias y consejos científicos. Y a la vez, su otro perfil: el servicio público para cuidar el patrimonio; propiciar su conocimiento con sus redes de museos; intervenir para regular el poder del dinero para evitar el daño al patrimonio; colaborar con grupos de la sociedad para cuidar sus patrimonios; intervenir cuando estallan sismos o huracanes, con la convicción permanente y renovada de servir al pueblo. El INAH es esa águila bifronte que debemos defender y valorar.

Estos 84 años muestran que cuidar el patrimonio de un territorio nacional ancestral supone, entre otras tensiones, la de estar a cargo de un pasado que crece y se resignifica en la pluralidad; y entender que las modernizaciones de los siglos XX y XXI, de urbes y grandes obras de infraestructura a lo largo y ancho del país, sacan a flote y afectan, a la vez, tesoros patrimoniales desconocidos u ocultos, como ocurre con otros asientos civilizatorios originarios como Egipto, China, India o Persia.

Las modernizaciones acentúan la inmensidad de nuestro compromiso con el patrimonio y con la sociedad para asegurar el cuidado de lo que emerge a su paso, y colaborar con la sociedad para lograr una modernización que preserve y no destruya, ya que el patrimonio y el medio ambiente son una unidad que no debe disolverse.

El Tren Maya es el más grande desafío que nos ha tocado afrontar en este momento, apasionante y complejo, de transformación de la vida nacional. La poderosa civilización maya acumula ahora hallazgos, información y materiales arqueológicos que, aunados con la iniciativa y empuje de las comunidades mayas del presente, redimensionan la importancia del basamento indígena de la nación, con una profundidad de milenios. Pero nos muestra también que la diversidad no es actual; siempre hemos sido un territorio de pluralidad, de confrontación y resistencia.

Así, el pasado arroja nuevas luces al presente y al futuro: la nación no puede ser sino una comunidad unida en la diversidad, pero también en la justicia y el bien común, abierta a incorporar este mar inmenso de culturas e identidades, en forja y en descubrimiento perpetuo. Y eso obliga al INAH a fortalecer su labor científica, su profesionalismo y, sobre todo, su vocación de servicio a la sociedad y, en particular, a los grupos subalternos y a los pueblos sujetos a la discriminación y el sojuzgamiento.

En estos 84 años, el INAH y México han transitado por cambios mundiales y nacionales de importancia. Con el arranque de la globalización neoliberal, a finales de los 80, se quiso confinar a las naciones a un papel secundario, ante las promesas de una prosperidad sin fronteras y sin historia. Tres décadas después, los vientos cambian y las naciones, sin renunciar a sus lazos internacionales y a los bloques regionales, vuelven a adquirir centralidad.

En México y América Latina, vuelven a brillar las ambiciones de justicia social, de inclusión, de desarrollo con sustentabilidad ambiental y pertinencia cultural, de redistribución equitativa de la riqueza y de comunalidad.

En sus primeros 84, el INAH se encuentra inmerso en un proceso de fortalecimiento, que debe profundizarse, consolidando sus dos facetas: el rigor científico y la pasión por el servicio para defender y asegurar el disfrute social del patrimonio cultural. Con un prestigio fortalecido, con un estatuto reglamentario sólido, con escuelas formadas en la crítica y la rebeldía, toca ahora pugnar por su consolidación en todos los órdenes, incluyendo la consecución de sus recursos indispensables para tener un INAH activo y vibrante para los próximos 84.

* Director general del INAH

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