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LA PIRÁMIDE TOLTECA DE LA PLENITUD ARMÓNICA

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LA PIRÁMIDE TOLTECA DE LA PLENITUD ARMÓNICA
Si bien, se dijo que en el primer periodo llamado Preclásico, se sentaron las bases a lo largo de casi ocho milenios, de la pirámide de la plenitud armónica, con los primeros cuatro niveles, como son: el de alimentación, salud, educación y organización, que proporcionaron la infraestructura básica para mantener la vida material en plenitud, lo cierto es que, en el periodo Clásico, se logró coronar ese esfuerzo, con los tres niveles superiores que son: la maestría de la conciencia de la memoria histórica o la totalidad del ser histórico, es decir, la plena realización en el conocimiento del pasado como constitutivo necesario para entender el presente y definir el futuro.

Para la Toltecáyotl, no existe la visión lineal del tiempo. Si algo aprendieron los Viejos Abuelos, después de observar la mecánica celeste a través de los siglos, fue que todo en el universo es cíclico, en permanente movimiento en espirales ascendentes y descendentes. De esta manera, la percepción tolteca del pasado, es que es parte del presente. Que todo está en el aquí y el ahora, que todo es cíclico y que nada está detenido. Para tener conciencia plena del presente, en este, debe estar integrado el pasado. Dicho de otra manera, el pasado está vivo y presente en el aquí y en el ahora, siendo una sola unidad en cada individuo, familia y pueblo. El llegar a tener la conciencia total de los antepasados directos de la familia y los ancestrales del pueblo, dota al individuo de seguridad y confianza en sí mismo, de conocimiento y sabiduría, pero también de compromiso y responsabilidad existencial.

LA PIRÁMIDE TOLTECA DE LA PLENITUD ARMÓNICA




Es cuando el legado se convierte en un valor humano fundamental.

Esta visión explica el origen de una de las fiestas más acendradas del pueblo del Anáhuac, El día de los ancestros, que colonizadamente se conoce como el Día de los Muertos. No puede ser el día de los muertos, porque justamente ese día vienen a visitarnos, por lo cual están vivos, y solo el olvido es la muerte.

Ninguna otra civilización realizó observaciones astronómicas diariamente durante tantos siglos, como nuestros Viejos Abuelos. El pasado era parte consustancial de su presente. Esta información era concentrada en los Zitla Amoxcalli, bibliotecas especializadas en los registros ancestrales astronómicos. Pero también existían los Tonal Amoxcalli y Mezta Amoxcalli, bibliotecas especializadas en los registros solares y lunares.

La conciencia de las personas, las familias y los pueblos, favorece la capacidad de tener en la memoria un elemento que permite saber y entender, quienes somos como individuos y como civilización. Esta conciencia es la que permitió poder realizar proyectos materiales e inmateriales a muy largo plazo, como la invención del maíz, el calendario o Tollanes como Daany Beédxe (Monte Albán), que duró más de trece siglos su construcción.

El sexto nivel de la pirámide de la plenitud armónica tolteca se basa en la maestría de la conciencia de la sacralidad de la existencia. Los ancestros descubrieron que todo está compuesto de pequeñas partículas vibratorias que tienen vida propia y conciencia, que muchas partículas se unen para formar un electrón o un protón, que todo cuanto existe es en esencia energía vibrante y en movimiento (Ollin Yolitztli). De este modo las plantas, los árboles, las montañas, las rocas, las aguas, todo lo que nos rodea tiene vida y conciencia, por lo tanto, el mundo en el que vivimos es sagrado. En tal condición, el ser humano tiene que vivir en equilibrio con ese mundo, convirtiéndose en un ser consciente con actos virtuosos para integrarse armónicamente con el mundo en el que vive.

Esta percepción del mundo y la vida, explica cabalmente otra de las grandes ceremonias ancestrales de los pueblos del Anáhuac. El día 12 de diciembre, los Viejos Abuelos hacen presente su agradecimiento a la vida a través de la imagen de Tonantzin, Nuestra Madre Querida, refrendando su agradecimiento por todas las bondades y bendiciones que los seres humanos reciben de la Tierra, como generadora y sustentadora de nuestro mundo material.

El séptimo nivel de la pirámide de la plenitud armónica, es el vértice superior del conocimiento y su praxis. El mayor logro posible que puede alcanzar un ser humano, no solo consciente, sino en plenitud de sus recursos y potencialidades existenciales, físicas y energéticas. Este máximo logro humano, también fue logrado por todas las civilizaciones ancestrales, porque el ser humano es el mismo en esencia, en cualquier parte del planeta. Este logro, nos puede explicar la razón por la cual, todas las civilizaciones ancestrales construyeron pirámides sin ponerse de acuerdo.

Esta sabiduría y esta práctica era para muy pocas personas. Una verdadera élite de élites trabajó durante siglos estos conocimientos. Se realizaba en lo que hoy conocemos como zonas arqueológicas del periodo Clásico. Se requería un compromiso y entrega absoluta, ejercitando una asombrosa disciplina y control físico, emocional e intelectual durante toda su vida.

De manera sencilla diremos que estas personas, después de muchos años, lograban tener la conciencia, el dominio y la plenitud de su cuerpo físico, como el que tiene un gimnasta olímpico. Pero al mismo tiempo, también lograban alcanzar la conciencia, el dominio y plenitud de su cuerpo energético. Para los toltecas, el ser humano, como el planeta Tierra, poseen un cuerpo físico y un cuerpo energético. Para el planeta le llamamos campo magnético. El ser humano es un toroide con lo que podríamos llamar ?energía material?, que su cuerpo físico, pero que también posee un cuerpo energético que circunda a su cuerpo físico, pero que, por lo general, el ser humano moderno, no tenemos culturalmente conciencia de ?nuestra otra parte del cuerpo, que forma la totalidad del ser?.

El séptimo nivel de la pirámide de la planitud armónica es el más grande logro que un ser consciente puede obtener en la vida, expandiendo todas sus posibilidades para llegar a lograr elevar su frecuencia vibracional al más alto nivel, dejando de ser humano para convertirse en parte de la energía generadora. Dejando su individualidad física para ser la totalidad energética, pero con su propia conciencia, liberándose de las limitaciones del ser humano.

La civilización Occidental, que es la más nueva y que no es de origen autónomo, ha tratado de desvirtuar y menospreciar los logros de las civilizaciones antiguas, tachándolas de primitivas. Sin embargo, esto no es verdad. Los grandes logros de la humanidad los han aportado las civilizaciones Madre, en donde la ciencia y la espiritualidad estaban totalmente unidas para favorecer la realización humana.

No es así en la civilización Occidental, que es una civilización de muerte, en la que en dos siglos está llevando al ser humano y al planeta a un caos aterrador.

Las civilizaciones ancestrales buscaron en el vértice superior de su sabiduría y conocimiento, la liberación del espíritu de la materia. Occidente, en el vértice superior de su desarrollo científico material, está la liberación de la energía de la materia. El manejo de la fusión nuclear es el elemento con el cual, las naciones modernas sustentan su poder.

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