La fundación anahuaca de lo que hoy es la ciudad de Oaxaca, muy probablemente se remota al 1500 aC., debió ser tan antigua como el Tollan de San José del Mogote, en el Valle de Etla, de influencia olmeca, fechado en el 1500 aC. Todo esto, en el marco del registro que se tiene del más antiguo asentamiento humano, en el Valle de Tlacolula, donde se han encontrado en las Cuevas de Guilá Naquitz, teocintle en vías de transformarse en maíz de hace diez mil años. Es aquí donde nace la invención del maíz, la milpa y en general la agricultura en el Anáhuac, lo que nos indica que los Valles de Oaxaca, son una ?casa antigua? de la humanidad.
El asentamiento que dio origen a lo que será la ciudad hispánica de Oaxaca, se dio a partir de su destrucción que realizaron los invasores castellanos que llegaron a finales de 1521. En efecto, Cortés envió a Francisco Orosco con un puñado de castellanos y contingentes de guerreros mexicas, tlaxcaltecas, xochimilcas y de Chapultepec. La ciudad corrió la misma suerte que la CDMX, es decir, se destruyeron las construcciones anahuacas y con sus restos se edificaron la de los castellanos. Esta barbarie ha sido tratada de ocultar por los historiadores hispanistas, haciendo creer que los invasores fundaron una ciudad de la nada, y que solo existía una guarnición militar mexica en el cerro llamado Huaxyacac.
La fundación ancestral se debe a que en el cerro llamado Huaxyacac, se produce un contacto energético entre Tepeyóllotl, la energía de las montañas, con los seres humanos. Yac, significa nariz, y el cerro que posteriormente se le llamó, ?Del Fortín?, es la nariz de la Sierra Norte. Una nariz de las montañas que se mete el valle, lugar de ?pedimento?, donde se entrelazan la energía de las montañas y la de los seres humanos. El Yac, más conocido es el del Tepeyac, así puede atenderse la fundación anahuaca del asentamiento y su importancia energético-espiritual.
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Esa es la importancia del Huaxyacac, razón por la cual el asentamiento ancestral era de carácter sagrado, al cual llegaban a visitarlo de muchas partes del Anáhuac, como hoy llegan al Tepeyac. Durante siglos los anahuacas realizaban la ceremonia al cerro sagrado. Durante la Colonia, los Viejos Abuelos tuvieron que disfrazar la ceremonia y hacerla cristiana. Así vino cambiando y adaptándose para poder sobrevivir.
En 1931, Oaxaca sufrió una catástrofe sísmica, durante todo un día tembló y más de la mitad de la ciudad quedó en ruinas. Las familias pudientes y los capitales huyeron a la CDMX, los temblores dejaron una ciudad, semidesierta, en ruinas y en la pobreza. Para 1932, se conmemoraban los 400 años, de que la corona española extendió una cedula real que elevaba de villa a ciudad a Oaxaca, justamente el 25 de abril de 1532, pero que no firmó el rey.
Por la falta de recursos que tenía la ciudad para realizar una magna fiesta conmemorativa, se decidió invitar a las regiones a participar en este festejo. Esta es la génesis de lo que, primero se llamó, La Fiesta de la Rotonda de las Azucenas, después, Homenaje Racial, y hoy llaman Fiesta de la Guelaguetza, que, durante gran parte del siglo XX, fue una fiesta totalmente del pueblo, en la que se mezcló una tradición ancestral con tradiciones venidas del sincretismo de la cultura popular.
Oaxaca siempre ha estado incomunicado por su orografía, porque en el territorio oaxaqueño se unen las dos cordilleras que cruzan al país y además se cruza el llamado Nudo Mixteco, lo que produce la histórica falta de carreteras. Los Valles Centrales de Oaxaca, son como unas islas rodeadas de un mar de montañas. El Poeta tabasqueño Carlos Pellicer, afirmó que viajar por las carretas de Oaxaca, era como volar entre las nubes. Las regiones del estado, que siempre fueron siete: Los Valles Centrales, la Sierra Norte, la Mixteca, la Costa, la Cañada, el Papaloapan y el Ismo, recientemente se le sumó la octava, que es La Sierra Sur, eran universos culturales, políticos y económicos totalmente incomunicados, de modo que esta fiesta representó por muchos años, la unidad de los pueblos y culturas oaxaqueñas, entre sí y con sus autoridades.
La figura del gobernador era un referente y punto de encuentro y cohesión política y social en un estado históricamente fraccionado e incomunicado. Pero, además, era la fiesta del pueblo, la gente subía al cerro a hacer un día de campo, llevan sus alimentos y su música, hasta que se hizo una verdadera verbena popular.
La construcción del Auditorio Guelaguetza en 1974, como un foro al aire libre al estilo de un teatro romano, influyó en los grandes cambios que se empezaron a hacer en la Guelaguetza. Oaxaca había sido siempre una ciudad turística de altísimo nivel. Es decir, el turismo que la visitaba era un turismo culto, que no solo venía a conocer el arranque arqueológico de la zona de Monte Albán, que, gracias al descubrimiento de la famosa Tumba Siete y su valioso tesoro en 1932, los trabajos en Mitla en 1940 y Yagul en 1974, entre otros, sino la riqueza y diversidad cultural de los pueblos de los Valles Centrales con sus fiestas, usos y costumbres, con su tianguis, mercados, gastronomía y artesanía, hacían que llegaran a Oaxaca, un turismo conocedor, que valoraba altamente esta riqueza humana y que no reparaba en pagar buenos servicios de hospedaje, alimentación y expertos reconocidos guías.
Sin embargo, el declive turístico de Oaxaca, se debe, en gran medida a la ignorancia, desprecio y racismo de las élites económicas y políticas de la ciudad de Oaxaca. En efecto, cuando los seudo empresarios turísticos y los rapaces funcionarios empezaron a transformar el turismo en un negocio de masas, con empresas nacionales y extranjeras, donde las ?mochadas? de las empresas impusieron sus homogéneas prácticas comerciales a nivel nacional. Donde los ignorantes funcionarios de turismo y cultura, empezaron a vulgarizar y abaratar la Guelaguetza al gusto de una demanda turística, comenzó la distorsión de una fiesta que nunca ?ha sido original?, pero que sí, estaba en el corazón del pueblo. El hacer una mega cantina, un espacio comercial y de promoción, hasta llegar a ser un objeto de promoción política personal de gobernadores, para hacer amigos y relaciones, llegando al exceso de inventarse dos Guelaguetzas más, para hacer más rentable el show.
La ignorancia y la voracidad encuentra su clímax, cuando por presión de la televisión comercial, para hacer espectáculos de la farándula, el Auditorio Guelaguetza, lo convierten en una gran carpa, destruyendo el concepto arquitectónico de su creación, que mantenía una formidable estética entre el cerro, la ciudad y el valle. El dinero y las ganancias pasan por delante sobre todo sentido de pertenencia e identidad cultural.
Esta gente, sin escrúpulos, ignorantes, ambiciosos e insaciables, que se atreven a destruir un patrimonio cultural del pueblo, por obtener beneficios políticos y económicos, son los que han acabado con ?La gallina de los huevos de oro?.
Difícil se antoja, la misión imposible de recuperar, no solo La Guelaguetza, sino el valor cultural del turismo en Oaxaca. Porque estamos hablando de la dignificación de las culturas populares e indígenas. Estamos, tal vez, en la última oportunidad de revertir estos excesos, abusos e ignorancia, y devolver al pueblo de Oaxaca, lo que siempre fue su orgullo y su identidad.
Puede ser, que el nuevo gobierno estatal, sensible, educado y consciente, enfrente tan titánico desafío. De no hacerlo, no solo a La Guelaguetza, le ocurrirá lo que le sucedió a la Feria de Aguascalientes o al propio Acapulco, que la ambición los desfondó y hoy, ya no son lo que en su día fueron para México y el mundo.
El turismo en Oaxaca se ha comercializado a tal punto, que lo original, la esencial, lo propio-nuestro, casi se ha perdido. Se ha masificado un turismo baratón, que viene a comprar chucherías, a embriagarse y a buscar ofertas para CONSUMIR CULTURA POPULACHERA. Educayotl AC. Educar para el futuro con la sabiduría del pasado.