Existe una enrome insuficiencia de la arqueología en México, porque, por una parte, no está en función de las necesidades de recuperar y fortalecer la memoria histórica del pueblo, y por otra parte, se ha puesto al servicio de las corrientes extranjeras de la arqueología, que emiten conjeturas totalmente colonizantes y antasiosas. El INAH y algunas universidades, comenzando por la UNAM, carecen ostensiblemente de una actitud crítica y escolonizadora, mantenido los dogmas y falsos paradigmas que los invasores y misioneros crearon desde el siglo XVI, en cuanto al estudio e investigación del pasado ancestral del Anáhuac.
Los prejuicios y dogmas colonizadores de los europeos, manifiestos a
través de una supuesta superioridad civilizatoria, religiosa y cultural,
nos hablan -en el fondo- de la ignorancia, inseguridad y fanatismo de
estos pueblos que son, con propiedad, la última civilización en formarse.
Pero bien, estos dogmas que iniciaron con Cristóbal Colón, cuando
afirmó que no teníamos alma y en consecuencia no éramos seres
humanos, y que por tal, al ser animales, según la filosofía aristotélica,
éramos seres inferiores a quienes se debía explotar para el beneficio de
los humanos, y que además, en la condición de animales, no teníamos
propiedades; todo lo que se encontraban los europeos era de España y del Vaticano.
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