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¿ESTAREMOS DISPUESTOS AL CAMBIO?

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En el 2000, los mexicanos creyeron que Fox haría el esperado cambio para salir de nuestros problemas históricos. Cambió el presidente y el partido, pero todo siguió igual, o hasta empeoró, porque vino la “decena trágica del panismo”. En el 2018, en vez de pensar, cómo nos beneficiará el cambio, deberíamos de pensar, qué tanto estamos dispuestos a cambiar cada uno de los mexicanos, para que el destino del país cambie. Porque el cambio somos todos, no solo el gobierno y el poder económico.

La corrupción y “la inercia de la materia”. El no respeto a la ley y la norma. El abuso, la impunidad y el influyentísmo, no solo están presentes únicamente en el poder político y económico. Sino que para que esto funcione, para que sea “un sistema”, tiene que estar presente en todo el pueblo. En efecto, un pueblo cumplidor escrupulosamente de las leyes, reglamentos y normas, es un pueblo que no permite la corrupción y la impunidad del poder político y económico. Esta es la razón por la cual, los gobiernos del mundo, no les convienen pueblos educados, críticos y consientes. El “sistema” se encarga de enajenar, embrutecer y desinformar al pueblo, para que este viva adormecido, amnésico e irresponsable.

¿Qué tanto, los ciudadanos de a pie, estamos dispuestos a exigirnos a nosotros mismos, lo que deseamos de las autoridades? Estaremos dispuestos a respetar la ley y el derecho en todas sus expresiones y todos sus niveles. En la vía pública, dando el paso de los peatones. Respetando “los altos”, los cruces de 1 y 1, el no estacionarse en doble fila, el no ofrecer “mordidas”, el respetar la fila en la ventanilla, en no comprar artículos de dudoso origen, el no tirar basura en la calle, el no quemar basura, el no contaminar el agua del Río Atoyac, el no comprar en puestos que invaden la vía pública. En síntesis, todos deseamos un cambio, porque sabemos que “la canasta se ha desfondado”, que se ha perdido el respeto a la ley y a las normas, pero, la pregunta de fondo es: Hasta dónde los ciudadanos estamos dispuestos a cambiar este país, en el ámbito de nuestra vida diaria como ciudadanos.

Para que el cambio deseado por todos se logre, se necesita que sea, de adentro hacia afuera y de abajo hacia arriba. Se requiere un cambio personal a conciencia, asumiendo una actitud responsable y comprometida. Aunque las más altas autoridades tengan la voluntad política de generar un cambio, sí los ciudadanos no se comprometen con esa voluntad política y esa intensión, el cambio será solo un espejismo, como sucedió en el sexenio de Fox.

“La canasta de los huevos de oro”, se está desfondando. México es la onceava economía del planeta. Seguimos produciendo mucha riqueza, tanto por la mano de obra del pueblo, como por los cuantiosos recursos naturales, que parece, no acabarse a pesar de la voracidad de las empresas extranjeras. Más allá de los buenos deseos, las necesarias esperanzas y las convicciones más decididas, la llegada de “un nuevo gobierno”, es un requerimiento de la economía globalizada. Los corruptos partidos y sus desacreditados dirigentes, así como los voraces e irresponsables “mega empresarios”, ya no satisfacían la necesaria “apariencia democrática” y por sus errores y excesos, las autoridades de todos los colores han perdido las mínimas condiciones para tener un Estado de derecho, que permita, que la onceava economía del planeta siguiera siendo rentable para el sistema global.

Sin    embargo, es una oportunidad para que volvamos a recuperar el Estado de derecho que se tenía hace 40 años. Esto no es, fíjese bien, amable lector, “un avance”. Si no, en el mejor de los casos, un “retroceso para regresar a cuando estábamos menos mal”. AMLO no es un revolucionario, sino un reformador. Recuerda usted cuando nos sabíamos medianamente seguros en este país, cuando el salario medio alcanzaba, cuando en los empleos había prestaciones y usted, hasta podía ahorrar, cuando la voracidad estaba medio controlada o por lo menos se “guardaban las apariencias”. Como dicen los neozapatistas, cambió el capataz, pero el finquero es el mismo.

Pero, insistimos, es una oportunidad de que cambiemos “los mexicanos de a pie”. Esos 30 millones de personas pueden impulsar el cambio deseado. Este cambio tan necesario, no lo puede hacer el presidente con buenas intenciones, ni su “plataforma política” que lo impulsa. Este cambio lo tenemos que hacer todos. Nos podemos dar la oportunidad y probarnos, “que tan arriba nos ha llegado el agua a los aparejos”, para estar dispuestos a cambiar, cada uno de los ciudadanos, por tener un país que no viva en el terror y en la incertidumbre. País en el que nuestros hijos ya no se quieren casar y tener hijos, porque no tienen oportunidades. Donde los jóvenes, “ni estudian ni trabajan”, porque no hay fuentes de empleo medianamente remuneradas. Donde la gente esta huyendo a E.U. a buscar oportunidades y seguridad, que aquí no tienen. ¿Estaremos dispuestos a cambiar nosotros, para que el país cambie? “La fuerza del lobo es la manda” Descolonizar es dignificar.

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