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LA VOZ DE LA TIERRA

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Entrevista

A unos cuantos kilómetros de Tollantazingo, rebautizada por los españoles como Tulancingo, y traducida del náhuatl como la pequeña Tula, en honor a la gran Tula de los toltecas, el tlamatinime (sabio) Ángel Xochimapictli Texcocano, descendiente directo de la rama femenina de Nezahualpilli, hijo de Nezahualcóyotl, manifestó que los movimientos telúricos que ponen en zozobra a los habitantes de esta parte del planeta, se debe a que “la tierra es un ser completamente vivo y mueve su corazón”.

En un despoblado que, salvo la presencia del sabio, no guarda nada de la  antigua grandeza de la cultura indígena que floreció junto con los Atalantes de Tula, el talmatinime comentó que el sabio y el brujo indígenas son los encargados de mantener viva “la visión del mundo de nuestros antepasados”, diferenciando ambas actividades con éstas palabras: “El Teixtlamachtiani” –quién hace a los otros tomar una cara, una personalidad-, tiene la misión de acumular, conservar, transmitir el antiguo conocimiento de nuestros padres para nuestros hijos, mientras el tetezcauiani el brujo, quien pone un espejo delante de los otros, tiene el deber de conservar el secreto eterno de la vida”.

Angel Xochimapictli –de 89 años de edad, sordo del oído dercho, cojo del pie izquierdo, pero “fuera de ahí” en una envidiable salud-, tuvo elogiosos conceptos para “los talamatinime Garibay y Portilla, por el estudio, la comprensión e interpretación que han dado sobre el pensamiento indígena, y condenó la versión histórica de Fernando de Alva Ixtlilxochitl porque “está escrita con la mirada de un extranjero”.



El sabio texcocano lee perfectamente el español, pero prefiere que se lo lean “para conocer la naturaleza de las palabras”, y no escribe sus enseñanzas porque “ya un día los que vinieron quemaron nuestros códices, y desde entonces nuestros libros están escritos en la lengua y guardados en la memoria, para que sólo acabando a todos los hombres  antiguos se pueda terminar con sus creencias”.


Por otra parte, el sabio le comentó al reportero que lo esperaba para curarlo de la garganta, pero no para ser puesto en el “mismo lugar de Omotchitzin Chichimecatecuhtli”, el cacique de Texcoco quien, según Miguel León-Portilla, fue quemado por la Inquisición bajo los cargos de “apóstata, idólatra, libertino y predicador de las antiguas creencias” hacia 1539.

¿Quiere usted decir que el pensamiento indígena es perseguido, exterminado?


 

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