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Modernidad/colonialidad/descolonialidad.

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Modernidad/colonialidad/descolonialidad.
La «/» que los une y los separa significa por un lado que el uno no puede pensarse sin los otros y que, históricamente, surgen conjuntamente en el mismo proceso histórico. Cada uno de ellos es constitutivo de los otros dos.
La tríada de conceptos remite a un proceso histórico de características muy definidas, que se consolida a partir de finales del siglo XV con la expulsión de Moros y Judíos de la Península Ibérica y la invención de América a lo largo de los siglos XVI y XVII.

Este proceso, iniciado fundamentalmente por España y Portugal, será retomado, transformado y expandido por Holanda, Francia e Inglaterra, principalmente, y extendido a Asia y África, sin abandonar por cierto las Américas y el Caribe. Por ejemplo cuando Inglaterra pierde las colonias en América del Norte y varias islas del Caribe a finales del siglo XVIII, dirige su atención a India y a partir del siglo XIX organiza un «colonialismo comercial sin colonias» en América Latina. A partir de 1945 Estados Unidos tomará el papel de líder en esta historia en la cual el Atlántico se convirtió en el centro de la economía mundial.

En el proceso histórico la tríada se formó, por un lado, mediante la invasión Europea en América y la trata de esclavos, en nombre de la salvación de almas y del progreso económico. Esto es, mediante una retórica positiva de salvación, mientras que para ello es necesaria la trata de esclavos, la explotación de los indígenas y la expropiación de sus tierras. Así, la retórica positiva de la modernidad justifica la lógica destructiva de la colonialidad. Tanto la lógica positiva impuesta a quienes no desean que se les imponga, como la lógica de la destructividad de la colonialidad engendran reacciones y respuestas que, por razones obvias, llamamos des-coloniales. Las respuestas descoloniales que surgieron de varias maneras en los siglos XVI al XVIII en las Américas, y luego en Asia y África.

Los dos primeros conceptos de la tríada (modernidad/colonialidad) con-forman el patrón o la matriz colonial de poder, que introdujo y desarrolló Aníbal Quijano.

El tercero remite a la variedad de respuestas que se han dado a través de los siglos y en distintos continentes, al proceso de formación y consolidación de «Occidente» (una formación epistémica que surgió al norte del Mediterráneo y se consolidó en el Atlántico) y su expansión alrededor del globo. Hay una larga historia, y una genealogía de intervenciones descoloniales, desde el siglo XVI al XX, en América, Asia y África, cuya historia, análisis y consecuencias los proyectos descoloniales están ya realizando y poniendo de relieve y que, esperamos, se continúe hacia el futuro.

Pero eso no es todo. Esto es, el esquema anterior sólo esboza la historia de la formación y la expansión de Occidente en relación a las áreas colonizadas en América, Asia y África. Pero no todo el planeta fue colonizado en el sentido expuesto. China, Japón y Rusia no fueron intervenidos o interferidos de la misma manera que India.

El Sultanato Otomano sobrevivió hasta 1922, en las puertas del patio de la misma Europa. ¿Cómo opera el patrón o la matriz colonial de poder en estos casos?

2. Sultanatos, dinastías e imperios

Tomemos tres ejemplos: China, Rusia y el Sultanato Otomano. China no fue interferida por occidente hasta 1848, con la «Guerra del Opio». Ésta fue motivada por maniobras diplomáticas conjuntas de Inglaterra, que tenía el liderazgo global en la época, y Estados Unidos, que en el mismo año asentaba sus ambiciones en el Tratado Guadalupe-Hidalgo mediante el cual México cedía a Estados Unidos vastos territorios desde California hasta Florida. La historia de China hasta ese momento, de espaldas a Occidente, sufrió un golpe del cual comenzó a reponerse un siglo después con Mao Tse Tung y la revolución China. Con el golpe de Estado de Teng-Tsiao-Ping en 1976, un mes después de la muerte de Mao, se produjo el enganche de China en la economía capitalista en los últimos treinta años. Hoy día China asume, no rechaza, los principios de la economía capitalista al mismo tiempo que, por su mismo éxito económico, puede sostener su autonomía en el actual orden mundial. Su autonomía se basa en la dependencia que hoy día tienen las corporaciones transnacionales en sus inversiones en China y en la dependencia del Estado norteamericano en las inversiones del Banco Central de la China para subsidiar sus déficits económicos.


Rusia estuvo también de espaldas a Occidente entre 1520, cuando Moscú fue
declarada «La Tercera Roma», hasta la dinastía Romanov, y fundamentalmente Pedro el Grande y Catalina la Grande, en el siglo XVIII. En ese momento el tsarato ruso se declara imperio, expande y consolida sus dominios en el Asia Central y el Cáucaso. Sigue las pautas imperiales de occidente, aunque no intenta la transformación del Estado monárquico en el Estado moderno-burgués que se comenzaba a gestar en Europa después de la Revolución Gloriosa en Inglaterra (1688) y la Revolución Francesa (1789). El imperio ruso fue interrumpido (en 1917) por la intervención de occidente, aunque no en la dirección del Estado liberal y la economía capitalista, sino en la dirección del socialismo surgido en Europa después de la revolución francesa y consolidado en los análisis de Karl Marx como así también en su «manifiesto comunista». La Revolución Rusa, de donde se forma la Unión Soviética, es una revolución que surge de la cara disidente de la ilustración: el socialismo político y el comunismo económico frente al liberalismo político y el individualismo económico. A lo largo del siglo XX la lucha entablada entre los dos sistemas termina con uno desmontando al otro. La Unión Soviética implosiona y quince años después, la Federación Rusa comienza a recuperarse del golpe y a re-fundarse mediante su adopción de la economía capitalista y, como China, afirmarse en ella para mantener su soberanía.

El ejemplo de China y Rusia (a lo cual se podría agregar hoy India y la incipiente Unión del Sur en América) junto al fin de la hegemonía norteamericana, nos dan la pauta de que estamos en un proceso de trans-formación en el que la economía única, capitalista mundial, genera un mundo políticamente policéntrico.

La historia del Sultanato Otomano en su relación con Occidente es distinta. El
sultanato se formó a mediados del siglo XV y pervivió hasta después de terminada la Primera Guerra Mundial. De su disolución surgió Turquía: un proyecto de Estado moderno sobre las ruinas de un largo sultanato. Condición muy distinta a la formación de los Estados modernos en Francia, Inglaterra, Alemania y aún España, sitios en los cuales el surgimiento del Estado moderno era un resultado de sus propios procesos históricos junto a sus proyectos de expansión colonial. Diferentes a estos procesos, en lo que fue el centro del Sultanato Otomano el Estado moderno se forma en el momento de desmembramiento del sultanato y el surgimiento de Turquía. Mientras que en los primeros el cambio es parte de la continuidad, en Turquía el cambio produce una radical discontinuidad. En la medida en que el sultanato era fundamentalmente Islámico, Turquía nos muestra la punta del iceberg de los problemas que existen hoy en el Oriente Medio.

Recordemos que el Iraq contemporáneo era parte del sultanato, y se formó como país mediante los famosos «mandatos» imperiales de Francia e Inglaterra en el momento en el cual el petróleo comenzaba a ser descubierto en el Medio Oriente y las necesidades de la revolución industrial incrementaban la ambición por el oro negro. Igualmente, sin la destrucción del sultanato otomano no habría colonización británica de Palestina y no existiría hoy día el Estado sionista/racista/guerrerista de Israel, bastión militar de Occidente en el Medio Oriente.

En los casos de China y Rusia estamos frente a la disputa de la matriz colonial de poder y también al momento histórico en la que ésta ya no puede ser controlada por los países imperiales que la crearon. Esto es, las disputas entre la Unión Europea y Estados Unidos, por un lado, no parecen ser de la misma naturaleza que las disputas de cualquiera de estas dos entidades político-económicas con China y Rusia, y aún con India.

3. Decolonialidad

Hemos contado esta historia para hacer la siguiente pregunta: ¿cuál es el sentido más preciso, asumiendo que su sentido general es entendible, del concepto de «descolonialidad»? ¿Y de «descolonialidad del poder, del saber y del ser»? En los ensayos aquí reunidos se emplean varias expresiones: «pensamiento descolonial», «giro descolonial» y «opción descolonial». Cada una de estas expresiones subraya distintos aspectos de la «decolonialidad» y remiten a distintos y singulares universos de discurso.

Por ejemplo, «pensamiento descolonial» se entiende en el universo de expresiones semejantes tales como «pensamiento económico», «pensamiento científico», «pensamiento lineal», etc. Cada adjetivo nombra una esfera o un universo de sentido que caracteriza un pensar particular. El «pensar económico» no es sinónimo de, por ejemplo, «pensar la economía» puesto que esta actividad puede desarrollarse en una esfera de pensamiento que no es la economía misma. «Pensamiento económico» significa que es un pensamiento que se genera a partir de los principios que definen la economía como un tipo de actividad social.
«Giro descolonial» se traduce al inglés por «decolonial turn» Ahora bien, «turn» tiene dos significados. Significa «turno», como cuando decimos «cuando me toca el turno», o es «tu turno» o «me llegó el turno» y, por otro lado, significa «giro» en el sentido de «girar a la derecha o a la izquierda», «dar un giro de 360 grados» etc. «El turno descolonial», en el sentido de «llegó el turno al pensamiento descolonial» puede verterse en la expresión «opción descolonial». La opción descolonial significa entonces que «el turno descolonial» es una opción. Por otra parte, esta opción no
se entiende sin relación con el «pensamiento descolonial» y al «girodescolonial» en relación a otras opciones en relación a las cuales «el giro» tiene sentido.

De modo que cuando decimos «decolonialidad» y por ello significamos el tercer término del complejo modernidad/colonialidad/descolonialidad, estamos significando un tipo de actividad (pensamiento, giro, opción), de enfrentamiento a la retórica de la modernidad y la lógica de la colonialidad. Ese enfrentamiento no es sólo resistencia sino re-existencia, en el sentido del pensador, artista y activista colombiano Adolfo Albán Achinte.

Pensar descolonialmente, habitar el giro descolonial, trabajar en la opción
descolonial (entendida en su singular perfil aunque manifiesta en variadas formas según las historias locales), significa entonces embarcarse en un proceso de desprenderse de las bases eurocentradas del conocimiento (tal como lo explica Aníbal Quijano) y de pensar haciendo-conocimientos que iluminen las zonas oscuras y los silencios producidos por una forma de saber y conocer cuyo horizonte de vida fue constituyéndose en la imperialidad (según el concepto del británico David Slater).

Un ejemplo: Hay un común acuerdo entre principios y conceptos construidos por el pensamiento moderno y el postmoderno. En ambos, modernidad se destaca de tradición. Así, desde esta perspectiva se sostiene que el pensamiento descolonial intenta volver a la tradición. Es una de las críticas que se le hace a Evo Morales: querer volver a la tradición, al ayllu. Ahora bien, cuando en el pensamiento moderno y postmoderno se invoca a Grecia o la ilustración, no se concibe este movimiento como una vuelta a la tradición, sino a la energía que sostiene el pensamiento moderno y postmoderno. De tal modo que en el pensamiento occidental, la tradición es sostenible, y es parte de la modernidad, mientras que la tradición fuera de occidente (India, el Medio Oriente, África, América del Sur), se lo tiene como una instancia necesaria de superar mediante la modernización como proceso y la modernidad como horizonte. Reflexionar de esta manera es una crítica al racismo epistemológico de occidente y una instancia simple de pensamiento descolonial lo cual lleva a re-ordenar el mapa de categorías filosóficas que sostienen proyectos económicos y políticos tales como el «desarrollo».

Los artículos aquí reunidos piensan descolonialmente habitando la historia colonial de América del Sur y del Caribe, y la historia colonial de los Latinos y Latinas en Estados Unidos. Ahora bien, tal como lo hemos visto en el recorrido geo-histórico de más arriba, las distintas historias locales no-occidentales tienen en común el enfrentamiento con occidente. De tal modo que intelectuales, activistas, académicos en India, el Medio Oriente Islámico, África Sub-Sahariana y el Maghreb, América del Sur y el Caribe no pueden evitar en algún momento enfrentarse con el dilema entre la modernidad, en el sentido occidental, y el espíritu de sus propias y largas historias antes y después del contacto con Occidente. De tal modo que la «decolonialidad» como la pensamos en América del Sur, el Caribe y en Estados Unidos no es universable en sus particularidades. Pero sí la descolonialidad como concepto y proyecto es el conector entre pensadores, activistas, académicos, periodistas, etc., en distintas partes del mundo (así también en la Unión Europea y Estados Unidos): el conector entre todos aquellos y aquellas que piensan y hacen a partir del sentido del mundo y de la vida que surge de la toma de conciencia de la herida colonial. El proyecto de descolonización comenzado en el siglo XVI e intensificado en el siglo XX requiere urgentemente de intervenciones decoloniales a nivel planetario, no para culminar el proyecto inconcluso de la modernidad sino para trascender la modernidad/colonialidad hacia, lo que Enrique Dussel llama, un mundo transmoderno.

4. Construir economías no-capitalistas y futuros transmodernos (pluriversales)

La idea de un proyecto inconcluso de la modernidad, que ahora también puede
entenderse como el proyecto incluso de la globalización, tiene dos interpretaciones. Una interpretación propone la asimilación del planeta a los diseños globales del proyecto capitalista, modernizador y globalizador Eurocentrado. De esta manera, el proyecto globalizador tiene dificultades (como Zapatismo, Hesbollah, Hamas, Evo Morales, Hugo Chávez, proyectos descolonizadores no-estatales como Vía Campesina, etc.), pero estas dificultades—desde la perspectiva del proyecto globalizador imperial—son contingencias superables que no pueden detener la marcha del progreso. La culminación del proyecto imperial llevaría a una uniformidad global organizada en torno al capitalismo, a la democracia en su versión iluminista y europea, y a la formación de sujetos modernos y seculares que componen la sociedad civil. Por cierto, cada sujeto y cultura del planeta, en sus lugares de origen, o en Europa y Estados Unidos por los desplazamientos migratorios, pueden continuar con sus prácticas siempre que respeten la economía capitalista, el Estado (neo) liberal, la sociedad civil dispuesta a respetar el voto democrático según el modelo europeo y estadounidense y la dominación etno-racial blanca, masculina, heterosexual. Esto es, la culminación del proyecto globalizador imperial concluiría en un multiculturalismo global en el cual las formas de organización económica, estatal y subjetiva estaría marcada por las pautas de la modernidad como fue concebida por pensadores y practicas Europeas/Euro-Americanas.

No obstante, estamos asistiendo un movimiento sísmico que dificulta la continuidad del proyecto inconcluso de la modernidad: la globalización guiada y gestionada desde las experiencias del occidente cristiano. Por un lado, la economía capitalista es hoy global. No obstante, de ella se han «
apropiado» China, India, Rusia y aún la Unión Suramericana. La economía capitalista global ha generado un mundo políticamente policéntrico. La reciente toma de posición de los países de la Unión
Suramericana en apoyo del presidente Evo Morales frente a la violencia generada por la derecha blanca latifundista de las tierras bajas, juega en complementariedad con la toma de posición de China e India en la séptima ronda de Doha y en el enfrentamiento de Medvedev y Putin al plan de Estados Unidos (con apoyo parcial de la Unión Europea), respecto a la situación en Georgia. De modo que mirando a futuro vemos desenvolverse un mundo políticamente policéntrico y económicamente capitalista y, por otro, las posibilidades de las opciones descoloniales. El orden mundial de la Guerra Fría ya no tiene validez. La actitud de Rusia no es un regreso a la Guerra Fría cuando la Unión Soviética ostentaba un proyecto comunista. Hoy Rusia es capitalista. Por lo tanto, la descolonización como se dio durante la guerra fría es impensable.

Por todo ello, la interpretación, que propiciamos aquí, propone el desenganche
(la desconexión) del fundamentalismo eurocéntrico, esto es, el pensar y actuar
descolonial hacia un proyecto trans-moderno (no posmoderno ni posestructuralista pues se trata de un más allá de la modernidad/colonialidad) anti-capitalista como culminación del proyecto inconcluso e inacabado de la descolonización. Así, el proyecto inconcluso de la globalización no lo llevará a cabo, no puede llevarlo a cabo, la epistemología occidental ni la globalización neo-liberal sino que ella será la «otra globalización» que proclama el Foro Social Mundial y cuyo pensamiento es, y seguirá siendo des-colonial anti-capitalista transmoderno. El proyecto descolonial no es una globalización alternativa (como podrían serlo otros proyectos basados en universales abstractos, como el cristianismo, el liberalismo, el marxismo o el islamismo de Al-Qaeda), sino que propone una globalización-otra, pluri-versal.

La modernidad/colonialidad capitalista y su globalización fundamentalista

eurocentrada, en sus formas liberales, neo-liberales, cristianas o marxistas, está basada en conocimientos y teorías económicas y políticas asentadas sobre la lengua griega y la latina, y elaborada en las seis lenguas imperiales, europeas y modernas (italiano, castellano y portugués, para el renacimiento; francés, inglés y alemán para la ilustración). El proyecto de Al-Qaeda propondría la reivindicación del árabe y de otras lenguas no occidentales que van ligadas a la civilización islámica. La propuesta de Al-Qaeda de una civilización islámica global, en vez de cristiana y capitalista, o marxista y comunista, mantiene sin embargo la idea del fundamentalismoeurocentrista de un universal abstracto que beneficia a todos los habitantes del planeta. Lo pluriversal como proyecto universal (y para el cual el proyecto de pensar/actuar descolonialmente es fundamental), se basa en otros principios. A partir del siglo XVI paulatinamente todas las lenguas, memorias, saberes, gentes, lugares del planeta fueron inevitablemente tocados por la expansión europea y norteamericana, resumidas hoy en el término de «globalización». Así, todas las historias, memorias, lenguas, experiencias subjetividades del planeta fuera de Europa y de Estados Unidos tienen esto en común: el del contacto violento y agresivo de Occidente para cristianizar, civilizar, desarrollar a los subdesarrollados o democratizar mediante el mercado a todas las sociedades del mundo. De ese pluri-verso de encuentros, en la diversidad de las Américas y el Caribe, de África del Norte y sub-Sahariana, de la diversidad de Asia (del este, central y del sur), de la diversidad de lo que desde principios del siglo XX se conoce como Medio Oriente, etc., surgen formas fronterizas de pensar y de re-inscribir lenguas y cosmologías,saberes y filosofías, subjetividades y lenguas que fueron y continúan siendo demonizadas (esto es, racializadas), desde la posición hegemónica y dominante de la epistemología moderna asentada sobre categorías de pensamiento del griego y del latín y de las seis lenguas europeas e imperiales de la modernidad.

En este número de Tabula Rasa se propone insertar en el debate contemporáneo los diversos proyectos descoloniales que van conformando un paradigma-otro (ver este concepto en la introducción de Walter Mignolo a Historia Locales/Diseños Globales, Ediciones Akal). Comenzaremos por la presentación de los proyectos descoloniales que generan y dan fundamento a la idea de esta revista, es decir, proyectos descoloniales de las Américas (del Sur, del Caribe y del «Sur» al interior de los Estados Unidos). Esperamos que este número de Tabula Rasa contribuya a inscribir genealogías de pensamientos en los cuales se asienta el pensar descolonial.


El pensar descolonial se desengancha/desconecta (delinks) del canon occidental desde Aristóteles a Habermas, de Platón a Derrida, de Rousseau a Marx, de Hobbes a Freud, de Nietzsche a Bourdieu, etc. Sin reproducir un fundamentalismo tercermundista.


La genealogía registrada en textos escritos se anuncia en Waman Puma de Ayala y Ottabah Cugoano, en Mohatma Gandhi y Mao-Tse Tung, en Amílcar Cabral y Quintín Lame, en W.E.B Dubois y Gloria Anzaldúa, en Vine Deloria, Jr. y Aime Césaire, y en Fausto Reinaga y Rigoberta Menchú. Pero también, en la memoria oral del Ayllu Andino (hoy tan importante en la Bolivia presidida por Evo Morales y en el Ecuador de las naciones Quichuas, de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, en Amaitay Wasi (Universidad Intercultural de los Pueblos y Naciones


Indígenas del Ecuador), en la forma en que los Palenques y Quilombos originaron un pensamiento cimarrón tanto en la América Hispana como en la América portuguesa con el Candomblé y la Capoeira en Brasil. Así, podremos ir registrando epistemologías otras que han pervivido y hoy se rearticulan fronterizamente, subsumiendo el pensamiento de la modernidad a la ancestralidad irredenta de la subjetividad, las memorias, las inscripciones, las prácticas nunca completamente colonizadas del mandarín y del árabe, del bengalí y del bambara, del ruso y de las lenguas de Asia Central, del Quechua y el Aymara, del Yoruba y el Maya, etc.

Estamos trabajando ya, con intelectuales (mujeres y hombres) del mundo Islámico (en su variada extensión geo-histórica desde el Medio Oriente hasta Indonesia); con intelectuales de Europa Central y del Sur de Europa; con intelectuales del Cáucaso y Asia Central; del Norte Africano y de África Sub-Sahariana. En fin, se trata de hacer visible los aspectos invisibilizados por la colonialidad del poder global de las luchas alter-mundialistas hoy que se desarrollan desde las subalternidades epistémico-políticas diversas de los pueblos periferializados y colonizados por el «sistema-mundo Europeo/Euro-americano capitalista/patriarcal moderno/colonial» (ver este concepto en el ensayo de Ramón Grosfoguel «Actualidad del pensamiento de Aimé Cesaire: redefinición del sistema-mundo y producción de utopía desde la diferencia colonial» publicado en Aimé Cesaire, Discursos sobre el colonialismo, Ediciones Akal, 2006).

Tomado de:
http://www.revistatabularasa.org/numero-9/02grosfoguelMignolo.pdf

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