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BIODIVERSIDAD, SUSTENTO Y CULTURAS. UNA HERRAMIENTA DE SIEMBRA Y COSECHA

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BIODIVERSIDAD, SUSTENTO Y CULTURAS. UNA HERRAMIENTA DE SIEMBRA Y COSECHA 
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RAMÓN VERA-HERRERA
Personal del Instituto Nacional de Migración vigila el desierto. Foto: Alfredo Domínguez / La Jornada
Personal del Instituto Nacional de Migración vigila el desierto. Foto: Alfredo Domínguez / La Jornada
Ojarasca 265/Periódico La Jornada
21 mayo 2019.
Hace 25 años nació una revista trimestral que en sus inicios se llamó Biodiversidad, cultivos y culturas (una coedición entre GRAIN, con sede en Barcelona, y Redes-Amigos de la Tierra, con sede en Montevideo). Hoy se conoce mundialmente como Biodiversidad, sustento y culturas, está cumpliendo su aniversario y arriba fortalecida a su número 100.

Su impulso, en las épocas en que Silvia Ribeiro fue la primera editora, le imprimió una energía para ?compartir información, conocimientos, experiencias, preocupaciones y acciones para recuperar la autogestión no sólo de la biodiversidad agrícola, sino también de las culturas que la sustentan? porque son sinérgicas entre sí, como recordaba hace poco la doctora Silvia Rodríguez en uno de los textos que conforman el número 100.

Veinticinco años después, Biodiversidad es un instrumento de vinculación y cohesión entre innumerables comunidades, movimientos, iniciativas civiles, colectivos, cooperativas, grupos de agricultores, organizaciones campesinas, indígenas y ambientales y centros de investigación. Personas todas ellas interesadas en entender el panorama de agravios que corporaciones, instancias de gobierno y organismos internacionales le propinan a la gente y a los pueblos.

De todos los rincones del continente se han ido reuniendo organizaciones (todas ellas con una labor permanente por abajo, en las vicisitudes de lo cotidiano en los lugares donde ocurren los hechos, los conflictos y las iluminaciones) que, como parte de sus acciones, se han comprometido con una vinculación continua entre sus diferentes ámbitos en Uruguay, Brasil, Paraguay, Argentina, Chile, Ecuador, Colombia, Costa Rica y México. Todas estas organizaciones impulsan con la Alianza Biodiversidad y la elaboración de Biodiversidad, sustento y culturas como un espacio para reflexionar en común, compartir información y experiencias, tejer argumentos, reflexión y visiones de cómo darle la vuelta al monstruo capitalista. Decía Biodiversidad en su editorial del número 67 de enero de 2011:

Desde infinidad de rincones, las organizaciones, comunidades y colectivos repensamos las verdaderas soluciones que hemos propuesto mirando el panorama completo. Entendemos que el sistema industrial capitalista contemporáneo intenta controlar la mayor cantidad de relaciones, riquezas, bienes comunes, personas y actividades potencialmente lucrativas mediante leyes, disposiciones, políticas, ?investigación?, extensionismo, programas, proyectos y carretadas de dinero. Los agronegocios, por ejemplo, que implican producir (alimentos y ahora agrocombustiles) en grandes extensiones de terreno para cosechar grandes volúmenes y obtener mucha ganancia a toda costa, tienen incrustada una lógica industrial que ejerce una violencia extrema contra las escalas naturales de los procesos y los ciclos vitales, y en su ?integración vertical? promueven una enloquecida carrera por agregarle valor económico a los alimentos con más y más procesos ?acaparamiento de tierra que implica concentración, desmonte y deforestación; semillas diseñadas en laboratorio, de patente y certificadas; suelos intervenidos (y empobrecidos) con fertilizantes y pesticidas megaquímicos, con monocultivo y mecanización agrícola; transporte, lavado, procesamiento, empaque, estibado, almacenado y nuevo transporte (incluso internacional) hasta arribar a mercados, estanquillos, supermercados y comederos públicos.

Si entonces la crítica al agronegocio industrial buscaba entender la integralidad del despojo y la devastación que sus procesos entrañan, hoy la complejidad de los ataques, pero también del entendimiento tejido desde muchas puntas, permite que la revista deconstruya incluso la categoría ?alimentos? y la sustituya (para el caso de la producción de ese omnipresente sistema agroalimentario) por la categoría ?productos procesados comestibles?, generalmente chatarra. Justamente la revista es un bastión para reivindicar como central para las transformaciones venideras la ?soberanía alimentaria?. Producir nuestra verdadera comida de modo independiente del llamado sistema alimentario mundial. Algo profundamente político y subversivo porque el cuidado milenario de las semillas reconoce que son el legado común más valioso de la humanidad. Esos cuidados implican que la fertilidad y estabilidad naturales de los suelos y los cultivos dependen también de la estabilidad y buen cuidado de la región más amplia que es el territorio (y sus bosques, aguas, animales), mediante saberes mutuos, compartidos: ?verdaderos bienes comunes que van más allá de las meras prácticas agrícolas convencionales?. Carlos Vicente, uno de los promotores iniciales del proyecto y actual director de la revista, nos recuerda en el editorial de este número cien que:

Hace cien números denunciábamos que el agronegocio no venía para terminar con el hambre sino a convertirnos a nosotros y nuestros alimentos en mercancías. Anunciábamos que los transgénicos no venían a producir más alimentos sino a incrementar el uso de agrotóxicos que producían las mismas grandes corporaciones que los crearon. Dijimos que esos agrotóxicos representaban una amenaza a la salud de los ecosistemas y de las personas y lamentablemente hoy esa denuncia se ha confirmado con cifras y estadísticas escandalosas. Planteamos que el avance de la frontera agrícola con monocultivos traería una destrucción masiva de la biodiversidad. Quizás no imaginamos entonces que esa destrucción ascendería a las más de cien millones de hectáreas deforestadas en estas décadas en el continente. Pusimos la alarma sobre la apropiación de los conocimientos y saberes tradicionales por parte de las corporaciones mediante los derechos de propiedad intelectual. Anticipamos que las leyes de semillas serían la cárcel donde las multinacionales pretenden encerrar ese legado de los pueblos que llevó diez mil años crear. Y hoy nos encontramos con que hemos perdido el 75 por ciento de estas semillas, mientras muchas están encerradas en bancos de germoplasma lejos de las manos de campesinas y campesinos. También denunciamos el acaparamiento de tierras que se agudizó en las últimas décadas y hoy tiene confinados a los pueblos de la tierra en menos del 25 por ciento de la superficie disponible para la agricultura.

Y sí, por las páginas de Biodiversidad han desfilado las luchas de resistencia de todo el continente, e incluso casos en África, Asia y Europa, donde la gente se empeña en defender su vida y su visión contra todo ordenamiento, disposición y persecución. Desfilaron las falsas soluciones de la finaciarización de la naturaleza y las ?nuevas tecnologías de la mano del mercado?. Las truculencias de los tratados de libre comercio y sus intentos por normar e imponer los intereses de las corporaciones cerrando cualquier canal de gestión o defensoría que la gente pudiera imaginar en el aparato jurídico de los países.

Biodiversidad busca servir a las comunidades y personas que genuinamente quieren entender nuevas maneras de la resistencia y nuevos modos de salirnos de la caja para imaginar y vivir, construyendo alternativas viables, pacíficas y justas que transformen este mundo revolucionando sus modos enfermos, patriarcales, capitalistas, hacia una sociedad que pueda enorgullecerse de ser humana y plenamente convivial con el mundo que compartimos con seres materiales e inmateriales.

En todo este camino, podemos decir que hemos buscado escuchar: a la Tierra, a los pueblos que aún están en trato cercano con ella, a sus sabias y sabios que con cariño cuidan la vida en lo más íntimo y cotidiano, a nuestros muertos, tan presentes siempre.



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