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TENOCHTITLAN Y LA INDEPENDENCIA DESDE UNA MIRADA INDÍGENA. JAVIER CASTELLANOS MARTÍNEZ

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TENOCHTITLAN Y LA INDEPENDENCIA DESDE UNA MIRADA INDÍGENA. JAVIER CASTELLANOS MARTÍNEZ
La cultura totonaca en los murales de Diego Rivera en el Palacio Nacional
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Para hablar de estos dos eventos desde una mirada indígena, primero se requiere aclarar que no todos los indígenas estamos en la misma situación. Para este caso podemos identificar a los pocos que han podido ir a escuelas superiores y que es posible que estén bien documentados, y a la gran mayoría, aquellos que sólo pudieron ir a la primaria o cuando mucho a la secundaria y que actualmente muchos están en la emigración y los demás en sus pueblos trabajando la tierra. En esta ocasión, yo pretendo hablar desde el punto de vista de esta mayoría, y digo mayoría por no decir que los que han tenido la oportunidad de llegar a estudios superiores son unos cuantos. El conocimiento que esta inmensa mayoría tiene de estos dos eventos históricos es básicamente lo que se pretendió enseñarles en la escuela primaria de sus pueblos, a través de lecturas, poesías, obras de teatro.

Cuando llegó la escuela a estos pueblos, nos hablaba de cuando los aztecas llegaron de Chicomostoc buscando un águila sobre un nopal devorando a una serpiente, y que allí fundaron su pueblo; que fueron grandes guerreros, varios reyes llegaron a tener tributarios; hasta que la profecía se cumplió: que algún día regresaría Quetzalcóatl, y regresó en la persona de los españoles, quienes después de muchas batallas finalmente derrotaron a los aztecas y destruyeron su ciudad. En esta destrucción de Tenochtitlan, en los textos de aquellos tiempos, aparecen imágenes de caballeros águilas y caballeros tigres resistiendo heroicamente; Cuitlahuac infligiéndole una gran derrota a Cortés; las famosas frases de Cuauhtémoc: ?he hecho todo por mi ciudad, más no puedo, toma ese puñal que en el cinto llevas y mátame con él? o aquella otra ?¿acaso yo estoy en un lecho de rosas??.

Para los que ya entendíamos algo de español, salíamos de estas clases llenos de emoción patriótica, nos hacían sentir parte de estos heroicos perdedores; pero debo aclarar que aún hoy ya como adultos, en mi región, casi todos mis contemporáneos dicen que no logran comprender cabalmente todo lo que se dice en español cuando son pláticas largas y ajenas a su idiosincrasia, y entonces de estos eventos históricos casi no tienen recuerdos. En mi caso los conservo porque tuve la oportunidad de seguir estudiando, y a lo mejor lo volví a leer o a enterarme de ello de alguna u otra forma, por eso hoy lo tengo todavía muy presente, y esto me hace identificarme como mexicano, porque desde niño me enseñaron cuáles eran mis héroes, mis ejemplos. Pero ¿qué pasó con la inmensa mayoría de mis paisanos y la inmensa mayoría de indígenas a quienes les cuesta más trabajo entender el español? Pues que ellos no lograron identificarse con lo mexicano; ellos siguieron como estaban, con otros símbolos, otras aspiraciones, otros modelos.

Esto muestra que la inteligencia que soñó y diseñó al país México en ese momento no logró su objetivo: querían un país homogéneo, con las mismas identidades, y no se pudo, porque en qué cabeza cabe enseñar los símbolos identitarios del país que soñaban, usando una lengua totalmente extraña a sus educandos, que es lo que hicieron: a los zapotecos, purépechas, tzotziles, incluyendo a los descendientes de aquellos aztecas, quisieron enseñarles lo que debiera ser la base del conocimiento del mexicano, pero con el idioma español, cuando que en ese tiempo casi ningún indígena sabía hablar y entender ese idioma; como quien dice, trabajo a la basura. De la época de la que estoy hablando, es de las décadas de los 50 a 70 del siglo pasado. Si hoy en los pueblos indígenas persisten las penurias, en aquel tiempo eran dramáticas: había epidemias (viruela, sarampión, tosferina, oncocercosis), hambrunas generadas por sequías, plagas, aunado a todo esto el analfabetismo como algo normal. Pero como todo ser humano siempre busca un asidero espiritual, lo encontraron en la religión y en la única que tenían a la mano: la católica, que hoy en día todo gira alrededor de su santo patrón.

Con el paso del tiempo, se encontró el camino a las ciudades, aquí se podía ganar dinero y con ahorros se podía mandar algo a los familiares, y empezaron a cambiar las cosas. El caso es que Tenochtitlan no significó nada para ellos; si los diseñadores de ese México ideal se hubieran dado cuenta de que los indígenas no entendían el español, porque su idioma era otro, y les hubieran inculcado esos valores identitarios con el idioma materno de aquellos indígenas, hubieran logrado sus objetivos. A estas alturas, esto a mí me genera una serie de interrogantes. ¿Eran tan ególatras aquellos diseñadores educativos que, creyéndose en la superioridad, supusieron que todos podrían entenderles? ¿Qué no lograron ver el monolingüismo que privaba en los pueblos indígenas? Yo pienso que no fue ninguna de estas cosas, fue deliberada la exclusión de estos pueblos a la oportunidad de esa educación. Así pues, el asedio a Tenochtitlan (que no fue sólo un asedio sino también su destrucción) sigue inadvertido para la mayoría de los indígenas y con ello también la marginación, que no es otra cosa que discriminación.

Ahora, pero ¿haría sentido que hubiéramos tenido la oportunidad de aprender este pasaje de la historia de este México, del cual formamos parte los indígenas? Yo creo que sí. Aun con toda esa envoltura melosa con que nos la presentaban, yo creo que si los pueblos indígenas supieran que su infortunio tiene su origen en una conquista, otra cosa, otra vida sería para ellos hoy en día. Pero la religión, que vuelvo a repetir, era lo único que teníamos a la mano, nos enseñó que gracias al descubrimiento, a Colón, a Cortés, hoy conocemos a dios. Si ustedes revisaran los textos de historia que se usaban en esos tiempos de los que estoy hablando, verán que en ningún lugar aparece que nuestros antepasados eran caníbales, en ningún lugar se hace apología a la conquista o de la llegada del cristianismo; fue la iglesia la que nos trajo la idea de que la conquista fue un feliz acontecimiento, idea que se empezó a enseñar inmediatamente después de la conquista. Hay testimonios elaborados por ellos mismos, ya sea en escritos o en dibujos, en donde se mira cómo se castigaba a aquel que no aceptaba esta nueva idea, castigos tan crueles como quemar el pelo estando vivo, cortar la lengua, las manos, azotes, que oprimidos y derrotados, ante tanta crueldad cualquiera aceptaba la idea que fuera, hasta volverlas propias; tan fue así que, cuando se declara la Independencia en 1821, nadie cuestionó el hecho de que su principal postulado fuera mantener al catolicismo como religión oficial:

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Desde el título del Plan: ?Plan e indicaciones para el gobierno que debe instaurarse provisionalmente, con el objeto de asegurar nuestra sagrada religión y establecer la Independencia del Imperio Mejicano?.

Su primer artículo: La religión de la N. E. es y será la C. A. R. sin tolerancia de otra alguna .

Artículo 14: El Clero Secular y Regular será conservado en todos sus fueros y preeminencias.

Artículo 15: La Junta cuidará de que todos los ramos del Estado queden sin alteracion alguna, y todos los empleos politicos, eclesiásticos, Civiles, y Militares, en el estado mismo en que existen en el día, sólo seran removidos los que manifiesten no entrar en el Plan.

Artículo 16: ?Se formará un exército protector que se denominará de las Tres Garantías, por que baxo su proteccion toma: lo primero la conservación de la Religión C. A. R. cooperando de todos los modos que estén en su alcance, para que no haya mescla alguna de otra secta, y se ataquen oportunamente los Enemigos que puedan dañarla.

Ante una independencia así, ¿qué pasó en nuestros pueblos? Cuando los gachupines, o sea los peninsulares, empezaron a irse a España llevándose a su personal, los pueblos se sintieron huérfanos, no se sintieron libres, y como dijera Carpentier, ?a las cadenas les salen retoños?. Un ejemplo: en la colonia era ley que la organización de las fiestas de los santos patrones de cada pueblo o hacienda la sufragara el mayordomo del español, generalmente un criollo o mestizo, quien era el administrador de la encomienda, pueblo, rancho o hacienda del español y por lo tanto podía sufragar los gastos que se requerían para la fiesta, porque obtenía suficientes ganancias de las propiedades que administraba. Cuando se declara esta independencia y estos propietarios se van con todo y mayordomos, los pueblos, lejos de celebrar esta independencia, empezaron ellos mismos con sus propios recursos a retomar lo que hacía ese administrador para la fiesta del santo patrono, que hasta hoy en día siguen haciéndolo, y reciben el nombre de mayordomo, pero sin administrar ninguna riqueza.

Como se verá, fue el clero católico el ganador de esta independencia, y por qué no: sus iniciadores, sus principales ideólogos y activistas eran sacerdotes: Hidalgo, Morelos, Matamoros, Teresa de Mier, Sabino Crespo, por mencionar sólo unos cuantos. Tienen que pasar más de 30 años de esta independencia para que empiecen a surgir voces que ven que la dominación religiosa era contraria a los anhelos de igualdad y justicia, principalmente para los indígenas. No por nada Juárez fue uno de sus principales líderes. Cuando este pensamiento, conocido como liberal, llega al poder y trata de poner en la práctica sus anhelos, desencadenó una guerra civil que trajo para el país pérdida de territorios, invasión extranjera, hasta un emperador extranjero, que cuando concluyó, aunque oficialmente hubo un ganador, en realidad todo quedó igual. Un ejemplo de ello: hoy en día, en la tierra de Juárez, en la sierra oaxaqueña, no hay separación de Iglesia y Estado, allí, todo presidente o agente municipal de esas regiones, para iniciar su administración, tiene que hacer una misa, es parte de su deber organizar las fiestas del santo patrono y tiene que cuidar la iglesia, y esto es una carga para esos pueblos; por eso digo que todo quedó igual.

Esta situación trató de ser remediada después de la Revolución mexicana. Surgieron inteligencias que sostenían que el conocimiento adquirido a través de la escuela podría revertir la causa que generaba la dominación y explotación de los pobres, entre ellos los indígenas; pero como dije al principio, algo se atravesó y esta educación no llegó a los pueblos y la situación de los indígenas seguía igual.

La literatura y la antropología trataron de dar una explicación a esto. La literatura decía: son ignorantes, fanáticos, indolentes, alcohólicos; la antropología decía: viven en regiones de refugio, es otra cultura, y entre estas elucubraciones, llegó alguien (Carlos Castaneda) a decir: yo he vivido con ellos y he visto cómo se convierten en zorras, en jaguares, en estrellas, aún conservan sus conocimientos, no son pobres, es una forma de vida que han decidido, y luego, tal vez como discípulo de esta fantástica idea, llega otro y dice: no podemos seguir manteniendo los ojos cerrados ante el México profundo; no podemos seguir ignorando y negando el potencial que representa para el país la presencia viva de la civilización mesoamericana (Guillermo Bonfil). Y de repente las cosas cambiaron para el indígena, allí sigue viva la civilización mesoamericana (en el discurso, claro): las funcionarias empiezan a vestirse con huipiles, los estudiantes empiezan a usar manta, morrales, huaraches; algunas oficinas se adornan con artesanía indígena, lo indígena reaparece, se incluye en la Constitución Política, la UNESCO ha llegado a decir: los pueblos indígenas son socios valiosísimos en la lucha por la erradicación del hambre y en la búsqueda de soluciones al cambio climático. Nunca vamos a lograr soluciones a largo plazo para el cambio climático ni lograremos la seguridad alimentaria y una mejor nutrición sin su ayuda.

De pronto los pueblos indígenas se volvieron el modelo a seguir, y de esta manera nuevamente se ocultó su realidad: siguen siendo pueblos que carecen de lo más elemental, en casi todos los campos. Se dice que inventaron el maíz, son hombres y mujeres de maíz, y la mayor parte del maíz que consumimos viene de afuera; tienen conocimientos antiquísimos, y somos la población más vulnerable, la de menos esperanza de vida; nos dicen, su forma de organización es ejemplar, y los ministerios públicos están atiborrados de quejas de violación a derechos humanos por autoridades indígenas. De esta manera ocultan que las instituciones que siguen existiendo en nuestros pueblos son heredadas de la conquista, de la colonización, y son instrumentos para mantener a sus ciudadanos en una opresión que no permite ver una solución de avanzada para salir de la situación en que se vive, nuestros pueblos son los más pobres entre los pobres.

Se me hace desafortunado que el presidente de la República diga que son ejemplo a seguir porque no cobran por ser administradores de su municipio, cuando que él cobra más de cien mil pesos mensuales (y es que cuando a alguien le toca hacer estos servicios gratuitamente, el trabajo para el sustento recae en la familia, a partir de entonces para ellos ya no hay domingo ni días festivos); claro que todo este nuevo discurso sólo son palabras, porque de éstos que lo dicen no hay uno que se atreva a irse a vivir como indígena a uno de estos pueblos, de tontos se irían. Al difunto Guillermo Bonfil, el máximo inspirador de esta idea, cuando fue director de la Dirección de Culturas Populares, en una visita que hizo a Oaxaca los promotores indígenas le entregaron un documento en donde le pedían que les permitiera nombrar como jefe de oficina a uno de ellos. El difunto leyó rápidamente ese documento, sonrió y dijo ?déjenme analizarlo?, jamás contestó y siempre mantuvo como jefes a sus amigos y conocidos. No creía en la sabiduría profunda de los indígenas, tal como lo pregonaba. Pues, jóvenes, agradezco el haberme invitado para recordar la caída de Tenochtitlan y la consumación de la independencia, ya que esto me ha puesto a pensar hasta llegar a este punto, y esto muestra qué importante es conocer nuestra historia. Por eso sería muy útil para nuestros pueblos que tengan presente que hay una historia que explica nuestra situación, porque la manera con que hoy se mira lo indígena sólo ayuda a ocultar el continuo e imperceptible proceso de destrucción de nuestros pueblos. Gracias.

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Javier Castell anos Martínez (1951), prólifico y brillante escritor zapoteca en la variante xhon, originario de Yojovi, en la Sierra oaxaqueña, dirigió estas palabras ante jóvenes estudiantes. Profesor él mismo durante muchos años, es autor de novelas, ensayos críticos y poesía, todo ello en forma bilingüe desde su zapoteco, hazaña de la que pocos escritores actuales en lenguas originarias pueden jactarse. Entre sus publicaciones se cuentan las novelas El corazón de los deseos/Laxdao yelazeralle, Cinario el que despertó/Cinario, bi bseban bxile, Dxiokze xha... bene walhall/Gente del mismo corazón, y los ensayos de Semillas para sembrar/Dxebeja Binne y Mi pueblo y mi palabra/Yell chia Ihen xtilla. Se considera que con Cantares de los vientos primerizos/Wila che be ze Ihao (1994) escribió la primera novela en su idioma. Recientemente publicó el libro de ensayos Kon dxekenha kan gaka / Imaginando el destino (Pluralia, 2020).

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