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TOLTECAYOTL Y TOLTECAS. Leticia Castillo (*)

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Con el término Toltecáyotl se abarca la inmensa, milenaria y excelente sabiduría de nuestras culturas ancestrales, la cual fué  transmitida de generación en generación, a través de extraordinarios conocimientos que transmitían, compartían  y que con el paso del tiempo fueron mejorando hasta lograr su perfeccionamiento.

 

Podemos decir que la Toltecáyotl es considerado un conjunto de conocimientos, que a través del tiempo se han ido acumulando en “el banco genético de información cultural”, en la memoria histórica, y que nos ha dado un “rostro propio y un corazón verdadero”, que nos distingue y nos diferencia de los demás pueblos del mundo.

 

Los cimientos que forjó nuestra cultura madre “la tolteca”, sin duda dieron origen a la milenaria enseñanza de los avanzados conocimientos que lograron desarrollar las posteriores culturas que  habitaron en nuestro territorio; a pesar que este conocimiento se mostró a través de variadas modalidades nunca se perdió la esencia, por el contrario a partir de ellos se fué añadiendo lo novedoso  hasta lograr mejorar lo antes conocido.

 

La Toltecáyotl abarca de forma integral no sólo una cultura, sino a todas las culturas indígenas que habitaron nuestro continente como una sola civilización que si bien se desarrollaron en diferente espacio y tiempo siempre se mantuvieron ligadas por la misma matriz filosófico-cultural.

 

Los invasores siempre buscaron y trataron de erradicar en nuestro País todo lo autóctono, muestra de ello es el cambio del nombre original de nuestro territorio nacional en lengua indígena; pues a toda costa querían mostrar que todo lo que tuviera origen indígena pareciese indigno, despreciable.  

 

Afortunadamente estos antiguos conocimientos nunca desaparecieron pese a los inmensos esfuerzos de los extranjeros, por el contrario aunque no se evidenciaban siempre se mantuvieron arraigados con mucha fortaleza en el corazón de nuestros abuelos, sólo se ocultaron estratégicamente.

 

Desafortunadamente como se ha repetido en cada una de las investigaciones sobre el pasado de nuestra nación, sólo se muestran aspectos con los que se pretende perpetuar el desprecio hacia nuestras culturas autóctonas, contribuyendo a que los propios mexicanos no valoremos nuestro pasado.

 

Con la desafortunada llegada de aquellos extraños, lejos de contribuir para mejorar el sistema de vida desarrollado e implantado por nuestras antiguas culturas, más bien llegaron a alterar el orden establecido y alcanzado por nuestra civilización milenaria. Un claro ejemplo de este desorden que es que destruyeron las autoridades, las instituciones y las leyes producto de un arduo y extenso desarrollo humano. Creando nuevas autoridades, instituciones y leyes muy diferentes a las que regían en España, creadas con la finalidad de regular el sometimiento  y la explotación de las culturas invadidas, así como también la depredación de sus recursos, lejos de alentar su desarrollo.

 

Sin importar el tipo de gobierno que  implementaron los extranjeros en nuestro territorio durante 300 años, todos fueron autoridades y gobiernos foráneos que no sólo venían a enriquecerse a través del despojo de los cuantiosos recursos naturales de los pueblos anahuacas, sino también a violentar y abusar. En este lapso de tiempo se excluyeron total y radicalmente los gobiernos y proyectos de nuestra antigua y originaria civilización. 

 

El sistema de castas implementado durante el virreinato de la nueva España fue la estructura del poder y el mecanismo de exclusión y explotación. El vértice de este sistema consideraba en primer termino a españoles nacidos en España(gachupines) quienes podían ocupar los más altos cargos, en segundo lugar estaban los hijos de padres españoles nacidos en nuestro territorio; en tercer lugar se tenían considerados a los hijos de padre español y madre indígena(mestizos); continuaban los esclavos traídos de África por tener un alto costo y ser productivos; en último lugar consideraban a los anahuacas, quienes no poseían ningún derecho y eran tratados como esclavos o vencidos.

 

Sin duda pareciese que el sistema establecido e implantado por aquellos extraños extranjeros aún sigue floreciendo en nuestro territorio nacional, pues cada uno de los gobiernos establecidos se han mostrado ajenos, indiferentes e ignorantes de la civilización del Anáhuac esencia y raíz de nuestro País. Sin temor a equivocarnos podemos afirmar que gobernar a México sin   haber considerado la enorme sabiduría y experiencia civilizatoria de nuestras culturas anahuacas ha sido uno de los más graves errores históricos. Pero no fue suficiente la exclusión, sino también el genocidio: desaparecer todo vestigio vivo de nuestras culturas ancestrales. Error que nos ha condenado a la ruina y el resquebrajamiento: gobiernos saturados en riqueza y derroche, empresarios y comerciantes millonarios; y en contra parte pueblos con trabajadores y empleados pobres y miserables.

 

Es sorprendente que si bien nuestras culturas estaban tan atrasadas en comparación con los invasores, como fué posible que pueblos tan ignorantes contaran con un excelente y elevado desarrollo humano y no sólo eso también alcanzaron un nivel y calidad de vida equitativa para todo los pobladores anahuacas. No es posible continuar con esa subliminal ideal de la supuesta superioridad de las culturas europeas, es necesario conocer, reconocer pero sobre todo valorar el extraordinario desarrollo humano y cultural que alcanzó nuestra civilización.  Aún en su etapa decadente nuestras culturas mostraron ciudades ordenadas, organizadas, limpias; poseían ciudades muy semejantes a las actuales con calles, plazas, jardines, edificios públicos, mercados, bibliotecas, templos, sistema de agua potable, sistema de transporte comunitario y gratuito. Pero sobre todo algo maravilloso e importante es que todos los habitantes tenían independientemente de su calidad social y económica, una calidad y nivel de vida que ningún otro pueblo tuvo en la historia de la humanidad.

 

Solo nuestra civilización tuvo el   privilegio civilizatorio de ofrecer a su pueblo vivir con este alto estándar de vida. La alimentación, la salud, la higiene, la educación obligatoria, pública y gratuita para todos, y una efectiva organización social establecida a través de la “democracia comunitaria”, legado cultural que hasta la actualidad se refleja en nuestras comunidades indígenas.

 

 

Nuestros antiguos anahuacas lograron articular una civilización en la que a lo largo de miles de años se alentó el desarrollo del conocimiento, se implementó un sistema de educación, no se inventaron y desarrollaron las armas, la moneda, no existió la propiedad privada y se compartió de forma colectiva un propósito social de un alto carácter y nivel espiritual. Con estos elementos culturales lograron vivir siglos de paz y armonía como nunca se ha logrado en la historia del planeta.

 

 

Su inmensa sabiduría se basó en procurar el bien común sobre el interés privado, establecieron y desarrollaron el servicio solidario y no retribuido a la comunidad, resaltaron y respetaron la experiencia y sabiduría de los ancianos,  implementaron la propiedad comunitaria sobre la privada, Fortalecieron a la familia y mantuvieron una ancestral tolerancia y cuidado con la niñez, establecieron vínculos de respeto y amor a la naturaleza, establecieron estrictos valores sociales y comunitarios a través tradiciones, usos y costumbres, sembraron  la solidaridad hacia los débiles o necesitados. Sin duda a lo largo de los años todo esto ha sido flexible y cambiante pero ha mantenido el fondo “humano, material y comunitario” de nuestros queridos antepasados.

 

La enorme sabiduría de la  Toltecáyotl estaba presente en todas las ramas del saber, el ser y el hacer de los pueblos del Anáhuac. Sus valores universales y sus principios rectores se basaron y manifestaban en la construcción del individuo, la familia y la comunidad.

 

Con estos valores y conocimientos se formaron los s dirigentes de las diferentes culturas del Anáhuac. Los dirigentes, organizadores, administradores, sacerdotes y maestros, recibieron esta sabiduría estructurada en La Toltecáyotl, para guiar a sus pueblos en la búsqueda de la realización de los proyectos sociales más elevados.

 

Dado el actual desorden que vive nuestro País, es necesario considerar y tomar en cuenta no sólo sus conocimientos, sino también es indispensable establecer y aplicar todos aquellos valores y principios basados en conseguir el bienestar no sólo del hombre, también de la familia y la comunidad.

 

Considero también necesario tomar en cuenta la concepción sobre derecho que heredamos del Anáhuac: en la que consideraban al derecho como un medio para mantener la armonía.  Para entender mejor  esta  inteligente concepción es necesario destacar los puntos sobresalientes que nuestros antepasados aplicaban cuando alguien rompía la armonía cometiendo un delito, antes que nada buscaban la forma de restaurar la armonía antes de castigar al delincuente. La armonía de todos estaba antes que el castigo. A quien cometía una falta en contra de otro era ayudado a restaurar la armonía en todo lo posible y si algún castigo había no se consideraba venganza sino penitencia. 

 

Reconocer que nuestro territorio nacional es Anáhuac, es el primer paso para reconciliarnos como nación. Al aceptar esta realidad podremos empezar a armonizar lo mejor del derecho anahuaca con lo mejor del derecho español (la ley). Es necesario tener presente que el derecho es un medio: no es un fin.

 

La iniciativa de valorar correctamente nuestra cultura autóctona, debe iniciar en nosotros mismos, debemos estudiar nuestra civilización buscando nuestras raíces autóctonas de forma científica y no desde la perspectiva europea. Es necesario darnos a la tarea de rescatar nuestro pasado autóctono sin deformaciones extranjeras que han sido vitales para hacernos seres ajenos a nosotros mismos, seres que no se valoran como ciudadanos del mundo con plenos derechos.

 

Para lograr la armonía en el presente y futuro de nuestro país  es imprescindible que nos demos a la tarea de asumirnos ya, valorarnos como verdaderos seres humanos: conociendo a profundidad nuestro legado anáhuaca y la herencia española, tomando conciencia de ambas herencias para lograr ser dueños de nuestra existencia, reconocernos como humanos con derechos no solo sociales y políticos sino también familiares y educativos.  Esta tarea no es fácil, para lograr alcanzar esta meta es necesario tomar conciencia personal; ya que nadie puede decirnos cual es el camino, cada uno debe dialogar consigo mismo, con su propio corazón para encontrar y hacer el propio camino (camino del sexto sol).

 

No basta manifestar nuestro orgullo mexicano con una vestimenta de charro o china poblana, beber tequila o escuchar música ranchera acompañada de mariachi. Para decir que somos y nos sentimos anahuacas desde el fondo de nuestro corazón es necesario interesarnos por conocer y valorar nuestra auténtica historia de los pueblos originarios de nuestro país.

 

(*) Profesora de Educación Indígena y estudiante del DIPLOMADO PARA EL DESARROLLO Y EMPODERAMIENTO DE LA CULTURA CHINANTECA.

 

Tuxtepec, Oaxaca.

 

Correo electrónico: lecastcast@gmail.com

 

 

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