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LA FLOR DE LA PALABRA

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LA FLOR DE LA PALABRA
- Irma Pineda Santiago -
Sunday, 06 Feb 2022
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A ritmo de rap, los artistas oaxaqueños Diego Aurelio (izquierda) y José Antonio Andrés tratan de demostrar que hablar mazateco es motivo de orgullo. Foto Teresita Moreno / Cinu México
Juventud indígena y rap.

En un sistema cada vez más globalizado y en una población que frecuentemente ve su rostro transformado por la violencia, ¿cómo revincular a la juventud con su lengua madre, con la cosmovisión y la historia local?

Los mismos jóvenes han encontrado una respuesta en el rap, el género musical que nació como un elemento de resistencia de las comunidades excluidas, afrodescendientes y latinos, que tenían como único territorio posible la calle, como herramienta la palabra recuperada a partir de sus formas jamaiquinas, como los toasts (narraciones sostenidas sobre un ritmo) y los dozen (formas orales cortas que buscan dar un mensaje mediante el juego de palabras) de procedencia afroamericana, así como un sistema de sonido que, colgado de los postes de luz, permitía el divertimento de la gente animada por los maestros de ceremonia (mc), y que provocaba exploraciones de los dj en los sampleos y beats.

El rap no es un nuevo estilo ni una moda pasajera, ya que lo hemos visto abarcar cada vez más espacios desde la década de los setenta, aunque su presencia en las comunidades indígenas de México ha sido más visible en el último lustro, llegando al corazón de muchos jóvenes hablantes de lenguas originarias que lo retoman para hablar de sus inquietudes y preocupaciones, entre ellas la violencia, la reivindicación de la raíz y el fortalecimiento de la cultura.

LA FLOR DE LA PALABRA
Desde las lenguas cuicateca, coomcac, ombeayiüts, totonaca, mazahua, mazateca, mixe, mixteca, zapoteca, maya o náhuatl, por mencionar algunas, la juventud propone dinámicas creativas: festivales, encuentros, batallas, concursos con temas específicos. Se reúnen en patios familiares, atrios de iglesias, los parques del pueblo, estacionamientos privados o públicos, incluso las instituciones ya los escuchan y los invitan a espacios como el Museo Universitario del Chopo, ?las islas? de Ciudad Universitaria (unam), donde en 2019 se realizó el Festival de Hip Hop en Lenguas Indígenas, o el Complejo Cultural Los Pinos, donde en 2021 la Secretaría de Cultura convocó al Encuentro Nacional de Tradición y Nuevas Rolas.

Los jóvenes indígenas desde el rap proponen recuperar la memoria sobre eventos históricos, como lo hacen los binnizá que han creado actividades como ?naRapndo la historia?, cuya convocatoria señala que cada participante debe interpretar una pieza de su autoría en lengua didxazá y usando como temática un acontecimiento local del 5 de septiembre de 1866, cuando un puñado de personajes zapotecos se enfrentaron a soldados franceses para defender su territorio.

Existen algunas (todavía muy pocas) voces femeninas, como la joven mazahua Za-Hash, o la poeta y rapera coomcac Zara Monrroy, quienes, desde sus propios idiomas, buscan hacer visibles las condiciones desventajosas en las que viven las mujeres indígenas, las luchas por la defensa del medio ambiente, así como sus sueños y esperanzas. El rap, como recurso de la juventud para fortalecer las lenguas indígenas, genera procesos positivos: quienes se resistían a hablar en su idioma materno se han interesado en aprenderlo o mejorarlo; otros se acercan a esos grandes libros de historia que son sus abuelas y abuelos, establecen con ellos nuevos diálogos para conocer más acerca de su cosmovisión, de acontecimientos locales, de lo mítico y lo mágico.

Aunque el rap causa júbilo entre adolescentes y jóvenes en las comunidades, desde la población de mayor edad no faltan los cuestionamientos sobre el hecho de usar un género musical de ?afuera?, ante lo cual es importante recordar dos cosas: la primera, que si algo distingue al rap es su origen desde las poblaciones excluidas y minorizadas, como lo han sido las culturas indígenas frente a la hispanohablante. La segunda, que una de las virtudes de los pueblos originarios es la capacidad de refuncionalizar las influencias externas en beneficio de la cultura propia, lo cual ha permitido su continuidad, dando sentido a ese viejo dicho: ?Todo lo que no cambia, muere.?

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