Las culturas ancestrales del estado de Oaxaca, forman parte de la civilización del Anáhuac, una de las seis más antiguas y con origen autónomo del planeta. En cada una de las ocho regiones, en las que hoy se divide el estado, a lo largo de diez mil años, se han creado 16 culturas ancestrales, que están total e íntimamente unidas en su maravillosa diversidad y su gran riqueza cultural.
Los Valles Centrales, no solo están ubicados en el centro del estado, sino, además, están resguardados por un mar de impresionantes cadenas montañosas. Esta orografía tan particular, dota a esta tierra de poderosas energías telúricas que emanan desde las profundidades de nuestra Madre Querida, que afectan de manera directa a los seres humanos dándoles una característica muy especial.
En efecto, tenemos que reconocer, que en los Valles Centrales se ha dado un fenómeno energético muy especial, entre nuestra Madre Querida, Tonantzin, y sus amados hijos, los seres humanos a través de las montañas. Los Viejos Abuelos, nos enseñaron desde tiempos inmemoriales, que existen, puntos de encuentro entre esa suprema energía creadora y los seres humanos. Lugares en los que la energía telúrica de la Tierra, entra en contacto con sus hijos a través de una ?punta de nariz? de las montañas, que, en lengua náhuatl, la lengua franca de la civilización ancestral, le llaman ?Yac?. Una metáfora poética de la Toltecáyotl.
La cultura zapoteca ha recibido la encomienda milenaria de mantener este vínculo entre lo divino y lo humano, entre lo sagrado y lo mundano, al conservar como un lugar sagrado, por cientos de años, la ?nariz del cerro de los huajes?, como un lugar sagrado de encuentro y pedimento de los seres humanos con la energía de la Madre Querida.
De esta manera, de la Sierra Norte, se desprende una serie de cerros hasta penetrar el valle, y en su punta o nariz, existe una piedra de la cual mana el agua sagrada, que es fuente de vida material y de conciencia espiritual, de generosidad y ternura. ?El cerro de la nariz de los huajes?, es el lugar sagrado de todos los pueblos y culturas de Oaxaca, lugar en el que, desde los inicios de los tiempos, se encontraba consuelo, fuerza y sabiduría para enfrentar los desafíos de la vida.
Desde que los seres humanos iniciaron el descubrimiento de la agricultura e iniciaron el invento del maíz a partir del teocintle, allá en el Valle de Tlacolula, en las cuevas de Guilá Naquitz, hace aproximadamente diez mil años, o cuando los abuelos estaban construyendo el Tollan de San José del Mogote en el año 1200 aC., o cuando entre todos los pueblos y culturas de lo que hoy es el estado de Oaxaca, venían con su tequio a construir el Tollan de Daany Beédxe, hoy conocido como Monte Albán, allá en el año 500 aC., ya existía como fuente de sabiduría, energía y consuelo espiritual ?El Cerro de la nariz de los huajes?.
La importancia de este punto de encuentro entre la Madre Querida y sus hijos, no fue el único en el Anáhuac milenario. Tal vez, el más reconocido es el del Tepeyacac, conocido ahora como el Cerro del Tepeyac, lugar de veneración de Tonantzin, espacio en el que converge la espiritualidad de gran parte de los seres humanos que han vivido por milenios en el Altiplano Central. Pero también tenemos Tepeyacac en el Valle de Puebla, que los españoles llamaron Tepeaca.
En Oaxaca tenemos Huaxyacac, no menos importante que el Tepeyacac, porque está consagrado a la misma energía creadora de nuestra Madre Tierra. Huaxyacac es un lugar sagrado, un espacio de pedimento y devoción a nuestra Madre Querida, la Tierra que habitamos y que nos da generosamente todo cuanto necesitamos para vivir, tanto para la subsistencia material, como para la trascendencia espiritual.
Esta es la razón por la cual, desde tiempos ancestrales, los Viejos Abuelos empezaron a habitar las faldas del cerro sagrado y fundar a los pies de éste, un asentamiento humano dedicado al cerro. Como en el Tepeyac, el Cerro de la nariz de los huajes, era también lugar de peregrinación, no solo de lejanos lugares de lo que hoy es el estado de Oaxaca, sino del Sur y Sureste. Y explica, cabalmente, el inicio de la construcción de la Montaña Sagrada de Daany Beédxe, allá en el año 500 aC.
Lo que hoy es la ciudad de Oaxaca, tiene sus ancestrales orígenes en un lugar sagrado y en la veneración, a lo largo de muchas generaciones de este espacio de pedimento y devoción. En consecuencia, Oaxaca es una ciudad sagrada, no por un hecho religioso, sino por la energía que la Tierra permite encausar en un punto determinado, como es el Cerro del Tepeyac, que nadie niega su potencial espiritual producido entre Tonantzin y sus hijos.
En los últimos cinco siglos se ha ido perdiendo la noción de la sacralidad del lugar y del cerro. Los españoles, al no poder erradicar el culto al punto de encuentro, lo incorporaron a su religiosidad, y al igual que el Tepeyac, que se convirtió en el recinto sagrado de La Virgen de Guadalupe. En Oaxaca, el punto de encuentro se convirtió en el recinto sagrado de La Virgen de la Soledad. El mismo significado, pero diferente. La Madre que ama y protege a sus hijos.
El cerro que le dio origen y razón de ser a la Ciudad de Oaxaca, con el tiempo y el olvido, pasó a llamarse burdamente ?El Cerro del Fortín?. Sus hijos han perdido su memoria y con ella, el respeto, devoción y agradecimiento a esa energía protectora y sustentadora. Al perder la sacralidad del cerro nos han llovido las calamidades. La voracidad e insensatez ha agredido al cerro, especialmente en los últimos setenta años. Pero eso es temporal y totalmente reversible. La Ciudad de Oaxaca no solo debe esforzarse por lograr su desarrollo material, sino también, en equilibrio, coadyuvar para encontrar el desarrollo espiritual de los ciudadanos.
Nos llena de emoción y esperanza, que las autoridades municipales, junto con la ciudadanía, empiecen este necesario reencuentro con la Memoria Histórica y la Identidad Cultural ancestral de la ciudad de Oaxaca y todos los oaxaqueños. Hoy en día, somos hijos de dos civilizaciones, y debemos de honrarlas y conocerlas a las dos por igual, porque de esta relación de opuestos complementarios, surge, dialécticamente un tercero, mejor y diferente, de los dos que lo conforman.
Al recuperar la memoria ancestral de la Ciudad de Oaxaca, se fortalece la identidad, la responsabilidad y la dignidad existencial. Porque sabemos, de dónde venimos, quienes somos y quienes debemos ser. Al recuperar el pasado, Oaxaca tiene futuro.
Muchas gracias.
Guillermo Marín
8 de mayo de 2021.