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La triple conversión: Lenkersdorf, Ruiz y Marcos.

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La milenaria Civilización del Anáhuac ha “convertido” a muchas personas “no anahuacas” a su cosmovisión. Desde el principio de la invasión europea hasta nuestros días, la gente que ha tenido la “sensibilidad” y capacidad para flexibilizar su mente y abrir su Espíritu a otra percepción diferente del mundo y la vida, ha sido “tocada” y transformada por los valores, principios y actitudes de una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad.

 

En efecto, desde Gonzalo Guerrero, el marinero que naufragó en las costas de Chetumal en 1511 y que no solo aprendió a hablar la lengua maya, sino que se asumió como culturalmente como maya, al lograr obtener su libertad, pues cuando se le capturó se le hizo esclavo. Como hombre libre se casó con una doncella bajo la ley, religión y cultura maya, procreó los tres primeros mestizos de México (producto del amor y dentro de un matrimonio entre una mujer maya y un hombre español). Cuando Cortés lo mandó “rescatar”, Gonzalo Guerrero no aceptó embarcarse en la expedición aduciendo que tenía una familia, y finalmente, murió defendiendo la cultura que había abrazado combatiendo a los invasores europeos.

 

 

 

 

Pasando por el propio Fray Bartolomé de las Casas que dedicó su vida a defender a los pueblos anahuacas de las injusticias, crímenes y torturas de los españoles, hasta llegar al Siglo XX con tres personajes que al tener contacto con los anahuacas mayas, poseedores de la Toltecáyotl en sus tradiciones, usos y costumbres, cambiaron la visión colonizada que a lo largo de cinco siglos de exclusión y negación, hemos creado de los llamados “pueblos y culturas indígenas”.

 

 

 

 

En estos cinco siglos de colonización, exclusión y desvaloración, han existido hombres que han trabajado hombro con hombro con los pueblos anahuacas como Carlos Montemayor que dedicó su vida a dignificar la literatura actual de los pueblos indígenas del país.

 

 

 

 

Para la cultura dominante, sea española en los tres primeros siglos de Colonia (1521 a 1821). O para la cultura neocolonial de los “criollos”, que en los dos últimos siglos han tenido el poder, los pueblos y culturas indígenas jamás han representado un potencial, un tesoro y un patrimonio para construir el país desde 1821 hasta nuestros días. Las ideas sobre lo que debe ser “su país”, siempre han venido de afuera. Los modelos han sido español, francés y ahora norteamericano, pero nunca el modelo milenario de organización social y Valores Humanos de los anahuacas.

 

 

 

 

Sin embargo, para unos cuantos la convivencia a nivel de “iguales” con los anahuacas mayas y gracias a su sensibilidad y descolonizada percepción del “otro” (el que es diferente a mí), les permitió “descubrir” un universo de sabiduría humana que ha venido manteniéndose a través de los siglos a pesar de los feroces ataques destructivos de la cultura colonizadora sea de gachupines, de criollos o mestizos desculturizados.

 

 

 

 

Cada uno de estos tres personajes llegó al estado de Chiapas por diferentes motivos, pero los tres fueron “atrapados” por la sabiduría ancestral y los “igualó” con los anahuacas mayas. Los hizo hermanos en la medida que ellos aprendieron a escuchar “al otro”, al “ignorante, al pobre entre los pobres, al más débil entre los débiles, al “históricamente despreciado y excluidos”. Y de estos hermanos analfabetos aprendieron a valorar la vida y el mundo de manera diferente.

 

 

 

 

Estos tres personajes han “tendido puentes” de comunicación, entendimiento y respeto entre los anahuacas y su ancestral y endógena cultura, y los mestizos y criollos, con su moderna y sincrética cultura foránea. Sin “idealizar” la cultura anahuaca, nos han enseñado que existe otra posibilidad, otra forma de relacionarnos, otras maneras de vivir en comunidad y con la naturaleza.

 

 

 

 

El sentir, pensar y actuar de estos tres personajes ha molestado, incomodado y perturbado a los círculos de poder, tanto de la ideología criolla local y nacional, como de los capitales e ideología neoliberal-globalizadora. Temen que la sabiduría y la luz de la Toltecáyotl despierte a la inmensa masa de mestizos desculturizados, o como los llamaba el Dr. Guillermo Bonfil, “los indios-desindianizados” y que recuperen su “memoria histórica” y activen el “banco genético de información cultural” que cada uno posee en el fondo de su corazón.

La ignorancia de sí mismos, es el arma más poderosa de los neocoloinzadores. Mientras los millones de mestizos se sigan educando y formando en los valores que les da la televisión comercial, está garantizados otros cinco siglos de colonia. Mientras “los mexicanos” sigan despreciando, rechazando y negando lo más valioso de sí mismos, seguirán perdidos en el laberinto de la desolación, la explotación y la injusticia.

 

Por esto, la vida comprometida y congruente de personas como el lingüista Carlos Lenkersdorf, el sacerdote Samuel Ruiz y el guerrillero “Marcos”, serán grandes puentes de comunicación y revaloración en la búsqueda de la conformación de otro tipo de sociedad, en la que se acabe para siempre, los vencedores y los vencidos. En la que la mayoría de los ciudadanos de este país se conozcan, acepten y se valoren en toda su continuidad histórica-cultural.

 

No se puede ni se debe seguir excluyendo la parte ancestral de nuestro ser. Pero tampoco negar lo que en estos cinco siglos de sincretismo y apropiaciones culturales hemos construido para formar nuestra identidad. Somos un país y un sinnúmero de culturas mestizas, no solo con los pueblos llamados indígenas. La tercera raíz está presente en nuestro rostro actual, y muchos otros pueblos y culturas de diversas partes del mundo que en el Anáhuac han venido a encontrar refugio.

 

La triple conversión de Lenkersdorf, Ruiz y Marcos nos señalan un camino de pluralidad y respeto. Cada uno de ellos no se convirtió en “indígena”. Sin dejar de ser lo que fueron y lo que son, solo aprendieron a ver “al otro” como igual y a entender con respeto su visión del mundo y la vida. Por ello nos enseñan que existen caminos diferentes a la colonización, la exclusión y la explotación para construir una nación más justa y humana.

 

 

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