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DEL RACISMO AL CATACLISMO AMBIENTAL 304

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<br>DEL RACISMO AL CATACLISMO AMBIENTAL 304

MIKEAS SÁNCHEZ
Agaves en Cuajimoloyas, Sierra Norte de Oaxaca. Foto: Elí García-Padilla
Ojarasca 304
Periódico La Jornada

Enviados a las periferias de las metro?polis de un mundo que se sostiene en la explotacio?n ilimitada de recursos humanos y ambientales, los pueblos originarios hemos aprendido a sobrevivir frente a las violencias, y a pesar de ello somos inco?modos, una muchedumbre de indios que tienen la osadi?a de ir a las universidades, de ostentar estudios de posgrado, entrometerse en el cine, la mu?sica, el teatro, la pintura, la ciencia, la academia, la medicina o la literatura. Para los racistas y herederos del colonialismo, debe ser aberrante tener que escuchar a aquellos que antes ni siquiera eran considerados personas.

Marcados por una obligada resiliencia, los pueblos ancestrales nos reconfiguramos una y otra vez, aunque el costo generacional es demasiado alto. Violencias fi?sicas, emocionales y espirituales; desde transgresiones a los derechos humanos, cuando los hacendados imponi?an el alcoholismo y prohibi?an la educacio?n, hasta las presentes acciones de guerra que se usan para intimidar y reducir la organizacio?n comunitaria, porque no hay peor enemigo para el sistema econo?mico que un pueblo organizado en defensa de su territorio.


<br>DEL RACISMO AL CATACLISMO AMBIENTAL 304



Aunque muchos siglos nos separen de la esclavitud, la idea de la superioridad de razas no ha desaparecido, antes bien se ha encarnado todavi?a ma?s. Ma?xime que ninguna funcio?n biolo?gica marque la diferencia; escatologi?as e inmundicias por igual, ninguna clase de supremaci?a para nadie. La pandemia trajo sus ensen?anzas, pero no todos tuvimos la capacidad de comprenderla.

Las rai?ces del racismo esta?n profundamente marcadas por la discriminacio?n, sus ramificaciones se extienden en acciones suicidas, una suerte de autodestruccio?n de la propia especie que, desde la filosofi?a de las abuelas y abuelos de la Abya Yala, no tienen sentido. Nacemos de la tierra y volvemos a la tierra, nadie supera a la naturaleza. Los pueblos originarios nos enfrentamos a la cata?strofe ambiental con la dignidad heredada de nuestros abuelos. Las ensen?anzas nos llegan desde los suen?os, desde las sabias palabras de nuestros padres y madres, que por milenios han logrado conservar la palabra sagrada para comunicarse con los a?rboles, los ri?os y los cerros.

Lo que ma?s desprecian los racistas y herederos del colonialismo es en donde se encuentra la oportunidad de su salvacio?n, no como promesa de vida eterna, sino como posibilidad de reconciliacio?n como especie. Una humanidad racista esta? condenada al cataclismo ambiental, pues los territorios que salvaguardan la vida en la tierra esta?n siendo agredidos por el extractivismo ba?rbaro, proyectos impuestos a costa del sacrificio de una civilizacio?n completa. Civilizacio?n si?, aunque en la visio?n discriminatoria y racial no seamos ma?s que indi?genas, salvajes, incivilizados, indios sin ma?s.

En el reino de la indiferencia y la individualizacio?n no importan los otros, cada quien sobresale de acuerdo a su competencia; sin embargo, en el reino animal, al cual irremediablemente pertenecemos, lo que le pasa al planeta nos afecta a todos. La crisis del agua en Nuevo Leo?n, Me?xico, es apenas la punta del iceberg. No se puede destruir una pequen?a porcio?n de territorio sin que se afecte la vida de todo el ecosistema. Las pequen?as parti?culas de contaminantes viajan por el aire sin control, los lixiviados de la megamineri?a intoxican

ri?os y arroyos que, finalmente desembocan en el mar. La extraccio?n de hidrocarburos, las hidroele?ctricas, la mineri?a, las eo?licas, los monocultivos y dema?s proyectos extractivos han perjudicado la vida en la tierra, y han ocurrido durante muchos siglos avalados por el racismo. El costo ambiental es excesivo y en muchos casos irreversible.

No queremos ser zonas de sacrificio, gritamos desde todos los rincones del planeta, exigimos respeto a los territorios sagrados donde reposan nuestros ancestros. Nos llaman retrasados, sin visio?n de progreso, los que frenan el desarrollo, los que no tienen ambiciones, indios ignorantes... No queremos ser zonas de sacrificio, les decimos, porque somos sujetos de derecho como cualquier otro habitante del mundo y, como tal, buscamos una vida digna en las mismas tierras que resguardaron nuestras abuelas y abuelos.

Los pueblos organizados de Ame?rica, de la Abya Yala, resistimos los embates de un mundo que se desmorona porque no sabemos trabajar en colectivo, porque hemos olvidado lo que significa servir al otro. Una humanidad que todavi?a cree en la existencia de las razas es una humanidad condenada a la autodestruccio?n.

En este Di?a Internacional de los Pueblos Indi?genas, no aceptaremos ma?s adulaciones a la sonoridad de nuestras lenguas, lo que demandamos son territorios libres de proyectos de muerte. Queremos decirles a todos aquellos adoradores del progreso que el planeta no aguantara? ma?s violencia. El dinero que tienen en sus cuentas no va a alcanzarles para remediar las calamidades ambientales que se avecinan. Respeto a los territorios ancestrales porque solamente alli? esta? el futuro.

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