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EL REGRESO DEL QUETZALCÓATL AL ANÁHUAC

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Cada pueblo milenario tiene sus mitos y sus profecías. Para el Cem Anáhuac podrían ser las más importantes: La creación y destrucción de los cinco Soles. El principio del par de opuestos comentarios y su inmutable equilibrio. El espíritu del “Quetzal-cóatl” entendido como el desafío equilibrador del Espíritu (Quetzal) y su contraparte la materia (cóatl), y su profetizado regreso al Anáhuac. 

 

Los anahuacas, mal llamados “mexicanos”, somos los hijos de una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del mundo y la que logró el más alto grado de desarrollo humano para todo su pueblo en la historia de la humanidad.

 

En un universo totalmente integrado, como civilización hemos vivido una oscura noche de cinco siglos en la que “los Señores del Dinero”, los mercaderes, no solo se apoderaron del Cem Anáhuac, sino casi de todo el mundo. Para el caso de nuestra civilización no solo nos vinieron a invadir, robar, asesinar, sino lo más grave, nos han tratado de desaparecer como civilización y como seres humanos.

 

Nos destruyeron nuestras instituciones, nuestras leyes y nuestras autoridades. Nos han tratado de quitar la condición de seres humanos y han querido borrar los impresionantes logros civilizatorios, especialmente en el terreno espiritual y de calidad de vida, únicos en la historia de la humanidad.

 

Lo han tratado de hacer al tergiversar la historia y al intentar quitarnos nuestras lenguas para dejarnos mudos y silentes. Nuestra memoria histórica, nuestros recuerdos, para dejarnos amnésicos, como “extranjeros incultos en nuestra propia tierra”, sumidos en la peor ignorancia, la de sí mismos, pensando que nuestra presente y nuestra realidad nada tienen que ver con nuestro milenario pasado, y menos con nuestro futuro.

 

Nos han tratado de quitar también nuestros milenarios conocimientos, para dejarnos ignorantes y estúpidos, incapaces de crear y recrear el mundo en el que vivimos, esperando siempre que el extranjero colonizador resuelva nuestros problemas.

 

Han tratado de apropiarse de nuestros espacios, no solo los físicos, sino los sociales, simbólicos, comunitarios, sagrados. Para dejarnos sin pertenencia, sin arraigo ni sustento, flotando en la nada, ajenos a nuestra propia tierra e inmediata realidad.

 

Y finalmente nos han tratado de quitar nuestra espiritualidad, que representa el mayor legado y tesoro de nuestra milenaria civilización. Nos han impuesto, -a sangre y fuego-, una religión ajena al propio invasor-colonizador para tratar de volveremos idólatras y fanáticos, insensibles e inconscientes. Fácilmente manipulables y mansamente sometidos.

 

Y en los últimos doscientos años, producto de la neocolonización, los criollos nos han excluido en la construcción y diseño de “su país”, en el que nuestro fenotipo, nuestras culturas, nuestras aspiraciones son excluidas radicalmente e impuestas violentamente las de Europa y Estados Unidos, como una copia tardía, mal hecha y desubicada de la realidad de la mayoría del pueblo.

 

Los descendientes  invadidos-vencidos solo nos han usado como soldados de leva para sus permanentes guerras y confrontaciones fratricidas, como mano de obra esclava, como enajenados consumidores y como votantes que legalizan sus permanentes farsas electorales de su democracia de opereta  bananera.

 

En efecto, en estos últimos cinco siglos de invasión-ocupación los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, los descendientes de los habitantes originarios de estas milenarias tierras hemos sido condenados a la pobreza material y a la miseria espiritual, seamos anahuacas o mestizos, rurales o urbanos.

 

Durante los primeros tres siglos (1521-1821) inconmensurable cantidad de riqueza salió de las entrañas sangrantes de nuestra Madre Querida a través del trabajo esclavo. Cientos de miles de toneladas de oro, plata y grana cochinilla impulsaron el inicio del capitalismo europeo. El “México de los criollos” en estos 192 años nos ha usado pero no nos ha permitido tomar decisiones en el diseño de “su país”.

 

En los dos últimos siglos (1821-2013), cantidades inimaginables de recursos naturales y materias primas han ido a parar a las fábricas de los países europeos y Estados Unidos, y por la misma vía nos han llegado millones de toneladas de productos cahtarra. En estos dos siglos mortalmente se ha depredado y contaminado materialmente nuestra amada Tierra y espiritualmente nuestra gente.

 

Para inicios del Siglo XXI, según la CEPAL, por cada diez millones de “mexicanos” existe un supermillonario que, por supuesto es un extranjero avecindado recientemente en el Anáhuac. Es decir, en el neocolonialismo existen 11 “encomenderos”, cada uno con diez millones de “naturales esclavos de su ignorancia” y otros diez millones “expulsados” en Estados Unidos.

 

Sin embargo, los principios y valores fundamentales de la civilización del Anáhuac, conocidos como Toltecáyotl siguen vivos y vigentes solo que en el inconsciente de los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos toltecas.

 

En efecto, la sabiduría ancestral sigue viva, el problema es que está en el subconsciente y solo en situaciones extremas aflora al consciente como en los terremotos de la Ciudad de México en 1985, donde la solidaridad, organización y hermandad pudieron hacer el milagro de rescatar a las víctimas.

 

El neocolonialismo criollo y la globalización económica nos obligan violenta o subliminalmente a dejar “lo propio” para asumir “lo ajeno” como una forma de vida. Dejar de ser quienes hemos orgullosamente sido durante miles de años y pasar a ser ciudadanos marginados, subempleados, sumisos consumidores y votantes inconscientes, para construir dependencia y destruir resistencia.

 

Pero la realidad nos dice que el mundo de los abusivos colonizadores se está desmoronado, se cae a pedazos. El Estado moderno se derrumba por sus propios excesos. El capitalismo financiero es la serpiente que se está devorando así misma. El modelo económico mundial es un rotundo fracaso material y espiritualmente. Ya no existe futuro por ese camino que termina en un precipicio.

 

Sin embargo, lo único que todavía sigue en pie, firme como el tronco de un árbol y sólido como la piedra es la milenaria sabiduría humana, para el Anáhuac la Toltecáyotl. Los valores, principios y saberes, experiencia humana de vida de más de ocho mil años está latente en el corazón del mestizo y sigue viva en el anahuaca.

 

No podemos seguir inconscientes otros quinientos años, de rodillas y dándole la espalda a nuestra mayor herencia cultural. El legado de los Viejos Abuelos toltecas que le dieron a la humanidad más de mil años del más elevado desarrollo humano del planeta.

 

Ninguna civilización le dio a todo su pueblo la calidad alimenticia, niveles de salud, educación obligatoria y logró la capacidad de organización como los pueblos y culturas del Cem Anáhuac de 200 a.C. al 850 d.C.

 

Requerimos urgentemente despertar y activar el Banco Genético de Información Cultural que está depositado en cada uno de los ahora mal llamados “mexicanos”. Se requiere desarrollar una actitud crítica y analítica para investigar, re-conocer, re-novar, re-valorar nuestra milenaria cultura Madre, para renacer de nuestras más profundas entrañas culturales.

 

Para refundar una nueva patria con la raíz ancestral de la MATRIA. Debe resurgir el Anáhuac en donde se acabe la colonización, los "vencedores y los vencidos", donde no se excluya lo mejor de nosotros mismos y de las apropiaciones culturales que hemos hecho de todo el mundo. Una patria sin abusos y abusadores, sustentada en la justicia.

 

Asumiéndonos con una cultura mestiza, -como todas las del mundo-, pero teniendo muy clara nuestra matriz-filosófica-cultural que es la Toltecáyotl a partir de despertar nuestra memoria histórica y activar nuestro Banco Genético de Información Cultural.

 

El desafío en principio es individual y despertada la consciencia, el trabajo comunitario corre su propio cause. Requerimos “despertar para soñar” y luego imaginar el mundo que necesitamos re-construir. Un mundo que en sus bases se asienten los milenarios valores y principios del La Toltecáyotl. Lo difícil no es hacerlo, sino imaginarlo.

 

El camino es de adentro hacia afuera y de abajo hacia arriba. El camino está en lo profundo de nuestro corazón florecido. Se despierta en un instante y se sueña una eternidad. Se requiere hacer urgentemente “arqueología del espíritu” en el fondo de nuestro corazón.

 

El profetizado “Regreso de Quetzalcóatl” no es más que eso. El equilibrio del “quetzal con el cóatl”, del espíritu con la materia. El Quetzalcóatl no bien de afuera, llega desde lo más profundo y verdadero de nosotros mismos.

 

El Quetzalcóatl es encarnar en nuestra vida cotidiana los más antiguos y valiosos conocimientos de la trascendencia de la existencia. Implica el desarrollo de nuestro potencial espiritual como personas, familia y pueblo.

 

El Quetzalcóatl cobra un sentido doble. Es “emergente”, porque sale de lo más profundo y valioso de nosotros mismos, y su “emergencia” deviene de que no tenemos más tiempo para seguir siendo esclavos de nuestra propia ignorancia. El futuro de nuestra Matria es su milenario pasado.

 

 

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