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ARTE Y ESTÉTICA DE EL TETZCOTZINCO Arquitectura de paisaje en la época de Netzahualcóyotl. Miguel Medina.

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(Fragmento)
INTRODUCCION
 
Este libro trata acerca del sistema y el cerro de El Tetzcotzinco que son el mayor y mejor acabado ejemplo de arquitectura de paisaje antigua de México y probablemente el único en toda la mesoamérica del siglo XV. Para entender esta idea es preciso aclarar que aunque la región mesoamericana se encuentra densamente poblada por centros ceremoniales, ciudades de diversa índole, monumentos y todo tipo de espacios religiosos, civiles y militares; ninguno de ellos, hasta este momento y de acuerdo a los trabajos de exploración arqueológica de que han sido objeto; muestra evidencias más nítidas que El Tetzcotzinco de una apropiación, uso y expresión formal del espacio en términos estrictamente paisajísticos desde la escala local hasta la escala regional.

Así el cerro y su región, que son patrimonio del pueblo mexicano y de la humanidad, se convierten por sus extraordinarios valores y patrones de arquitectura y paisaje en herencia directa que su constructor original, el Rey Netzahualcoyotl Acolmiztli, ha legado a los arquitectos paisajístas contemporáneos, y su conocimiento, es condición sine quanon para intentar producir una tipología de diseño de paisaje propia, pertinente y adecuada a las características fisicoambientales, socioculturales, históricas, políticas y económicas de este gran país. Por esa magnífica razón; por la permanente motivación que durante cinco años he recibido  visitando el sitio con estudiantes, profesores y personas interesadas, y muy especialmente por la carencia que tenemos en el ámbito profesional de trabajos de investigación, análisis, crítica  y producción de modelos en el área específica de la arquitectura de paisaje en México; decidí llevar a cabo una investigación que me permitiera profundizar en el conocimiento del sitio con el objetivo de identificar en él los patrones paisajísticos que integran su morfología y composición, cuya difusión, estoy seguro, significará de cara al siglo XXI el origen de un modelo sólido de arquitectura de paisaje y jardín mexicano. Para realizar esta investigación he contado con la invaluable colaboración de la arquitecta paisajista Desireé Martínez, el biólogo Juan Luis Guzzy y el geógrafo Octavio Joél Valencia, encabezando a un equipo interdisciplinario de treinta personas entre las cuales se encuentran la Dra. Patricia Ortega y el Mtro. Salvador Flores, psicólogos ambientales ; Michael Calderwood y Guillermo Kahlo, fotógrafos ; Gabriela Ricoy y Alejandra Maza, diseñadoras gráficas ; los arquitectos Roberto Villagómez, Laura Sánchez y Raúl Urdapilleta, la arquitecta paisajista Maritza Hernández, el escultor Ernesto Hume, los pasantes de la carrera de arquitectura de paisaje de la UNAM Mariela Bustos, Fabiola Pastor, Verónica Vázquez, Ma. Eugenia García, Carolina Villalba, Ma. Guadalupe Mejía, Marcos Mejía, Israel Campos, Rodrigo Peyret y Julio Granados ; los pasantes de la carrera de arquitectura de la UNAM Elsa Correa y Alejandro Morales ; los ingenieros Moisés Martínez y Enrique Guzmán encabezando a los equipos de fotografía aérea y topografía, el señor Mauro Rivera que fue nuestro conductor durante el trabajo de campo y nuestros asistentes de taller Pablo López y Mario Orozco. Debo dar un reconocimiento al señor Jaime Salcido y a la señora Ma. del Carmen Díaz que han apoyado decididamente la elaboración y edición de este libro y muy especialmente a la Dra. Beatríz de la Fuente sin cuyo interés y empeño no sería posible que viera la luz.
 
Finalmente diré que el título de este libro implica los conceptos arte y estética, ello se refiere a la vinculación inevitable que, desde mi punto de vista, existe entre los valores y calidades del paisaje a dos niveles, que en seguida explico, y que generalmente determinan la manera en que se abordan los problemas de acondicionamiento, utilización y explotación del espacio. Es del todo necesario hacer el relato de tal vinculación para poder entender a nivel teórico el hecho concreto del paisaje como obra de arte producida en una época determinada y su permanencia en el tiempo. En un nivel de análisis se encuentran los valores que provienen, en primera instancia, de la nomenclatura espacial: patrones de condiciones del espacio natural (como la geomorfología, las formas producidas por fenómenos hidrológicos, las exposiciones y contraste de luz y sombra, las estructuras fisicoambientales a escala regional, local y puntual); en segunda instancia, los que provienen de los usos que las comunidades humanas establecen en el medio natural modificándolo y creando nuevos patrones y por ende nuevos códigos de valores. Esta  vinculación refleja, en el muy largo plazo, el pensamiento (filosófico o cosmogónico), sentimiento y mística colectiva de un pueblo o sociedad determinada y se va dando paralelamente al desarrollo cultural de una nación. Los patrones derivados de los vínculos establecidos en este nivel se manifiestan tanto en los objetos cotidianos utilitarios como en todo tipo de obras individuales o colectivas pequeñas, grandes o monumentales; son generalmente de larga y profunda permanencia y configuran lo que llamamos el arte de una civilización. En otro nivel se da la vinculación de las calidades provenientes de diversos factores: de las formas, el lenguaje, la expresión y los materiales que son origen de la morfología y carácter del espacio “humano”; de materiales orgánicos e inorgánicos; de la geometría, las masas y superficies; de los elementos compositivos y usos del suelo. Todo ello en relación a la percepción de uno o varios individuos, responsables del diseño o realización del objeto paisajísitico y que en conjunto integran la estética de una época, lugar o cultura y normalmente son coyunturales, estilísticos y cambiantes en el tiempo. Desde este enfoque realizamos la investigación paisajística sobre El Tetzcotzinco a escala regional y local; lo fotografiamos, lo exploramos, lo mapeamos, escuchamos su profunda y cristalina voz de viejo prudente y sabio; describimos el arte y la estética que alternativamente oculta y exhibe a nivel histórico y actual; catalogamos sus maravillosas estructuras paisajísticas, caracterizamos sus trazas y composición; elaboramos los planos y maquetas que le testimonian nuestra admiración y gratitud y nos dejamos llevar por su fantasía y seducción proponiendo los materiales apócrifos de su reconstrucción y un manifiesto que prepara una etapa de búsqueda en el desarrollo y futura consolidación de la arquitectura de paisaje mexicana. Con esos materiales he querido ofrecer al lector una visión lo más vasta posible de la magia que inspira el lugar y motivar su interés por experimentar la fascinación y compartir la pasión que despierta con su inagotable belleza. La pasión por el
“sagrado” peñón de El Tetzcotzinco.
 Miguel A. Medina, ciudad de México 1997

EL ORIGEN Y EL LUGAR

El término “lugar” es especialmente rico. tiene connotaciones geográficas, arquitectónicas y sociales. Esto lo hace especialmente adecuado para servir como uno de los conceptos centrales de enlace entre estas diversas disciplinas. DAVID CANTER
 
En el altiplano central de México, como un baluarte heredado de la antigua mesoamérica, a dos mil quinientos ochenta metros de altura sobre el nivel de los mares de Chalchiuhtlicue, “la de las faldas de jade”, diosa de todas las aguas depo sitadas sobre la superficie de la tierra que con sus sagradas piernas de añil estrecha al país por sus dos costados, en un pequeño y maravilloso espacio al oriente de la cuenca, que a la vez es centro de México, late, aún vivo, el rojo corazón prehispánico del Tetzcotzinco. Peñón de roca intrusiva, cerro sagrado de los Acolhuas “hombres de hombros fuertes y levantados”, A ltépetl  o heráldica de un pueblo guerrero, agricultor, sabio y magnífico, Tamoanchán o sitio mítico de fundación de uno de los imperios más poderosos de la tierra en el siglo XV y bosque propiciatorio, fortaleza militar, escuela de ciencias y artes, palacio real  y jardín botánico, xochitepancalli o “casa de las flores” del grandísimo Acolhuatecuhtli, Rey de los acolhuas, Netzahualcoyotl Acolmiztli, “coyote ayunador, hombro de león”.

El origen

Es la cuenca de México como un majestuoso “recipiente” de roca volcánica de ocho mil kilómetros cuadrados de superficie con paredes interiores estriadas y recubiertas originalmente por bosques, matorrales, pastizales y agua. Tales estrías, que son las cañadas, se deben al dibujo que ha creado el agua de los escurrimientos fluviales al bajar radialmente horadando la tierra desde las cumbres montañosas hasta el fondo del cuenco, donde se encontraban en el siglo XV los siete lagos históricos del lugar: los de Chalco, Xochimilco, Tenochtitlan, Culhuacan, Tetzcoco, Xaltocan  y Zumpango. Este fondo rellenado de tobas y arcillas contenía, hace quinientos años, dos mil kilómetros cuadrados de agua, dulce y salada, cultivable y navegable. En sus islotes y riberas o sobre las planicies, llanuras y elevaciones se asentaban sus antiguos pobladores: chalcas, xochimilcas, tepanecas, mexicas, toltecas, chichimecas y acolhuas. Establecidos en ciudades lacustres, de llanura o montanas; sagradas, civiles y militares perfectamente desarrolladas; en pequeños pueblos agricultores o en comunidades de orfebres y artesanos. O en asentamientos dispersos enclavados en las sierras; cobijados todos por un paisaje extraordinariamente rico, diverso y estimulante.

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El Lugar

La causa pragmática de este pensamiento circular está en la circunstancia de que en el territorio mexicano las grandes culturas prehispánicas mesoamericanas del altiplano central en el período postclásico fueron de origen guerrero y nómada, de organización tribal, recolectoras y cazadoras de economía mixta y sólo pudieron crecer, desarrollarse y expandirse hasta que lograron conjuntar dos factores: el poderío militar y la agricultura intensiva con sistemas de regadío.

Ello no fue fácil y en el siglo XV solamente se dio, con espléndida magnificencia, en la cuenca de México con la Triple Alianza. En esta zona geográfica donde el agua disponible para riego agrícola es generalmente escasa (existe en casi todo el altiplano un régimen de lluvias de verano no muy abundantes y el cambio estacional no es muy marcado por lo que tenemos prácticamente sólo dos estaciones: la de lluvias y la de secas), las siembras y cosechas de temporal se realizan una sola vez al año, ello genera que el ciclo agrícola dependa fundamentalmente de la alternancia de las temporadas de lluvias y secas, dualidad primigenia para la subsistencia que además, en el país, ha tenido una gran variabilidad durante largos periodos de tiempo llegando a presentarse sequías muy prolongadas o grandes avenidas de lluvias torrenciales, granizadas y heladas. Por otra parte, la intrincada topografía genera pequeños valles fluviales en las sierras y pies de monte; planicies bajas angostas y zonas inundables que requieren de obras de modelamiento, contención, retención y conducción de tierras, suelos y corrientes de agua. Todo lo cual hace tremendamente difícil, sacrificado y hasta heroico el trabajo del agricultor sedentario que en épocas pasadas y aún en nuestra actualidad, debido a la situación marginal que vive nuestro campo, se ha asumido a sí mismo como una pequeñísima esfera en la palma de la mano del “múltiple dios” que lo ve agitarse bajo el designio, a veces benéfico, a veces
dañino, de las deidades que lo integran, en su lucha por inventar constantemente al mundo.

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EL HECHO HISTÓRICO

“Hoy, al pensamiento humano le preocupa, más bien, el conjunto
de componentes de cada realidad y no uno de estos, ni aun si corporiza lo específico o sust
ancial de ella”
  JUAN ACHA

Hacia 1450, debido a una sequía de casi siete años, sobrevino en la Cuenca de México una hambruna de incalculables y trágicas proporciones; la población de aquella época, asentada en la región, estaba constituida por una serie de grupos indígenas que habían ocupado las riberas, islas y penínsulas de los siete grandes lagos del Anahuac. Eran pueblos guerreros, cazadores, pescadores, artesanos, agricultores, que através de un proceso de quinientos años
habían logrado “crear” la mayor comunidad “urbana” del siglo XV; que vivían en relación
simbiótica en el llamado “ombligo del mundo”, detentaban el mayor poderío militar de su
época y que sin embargo, por falta de agua, se morían de hambre.  Vistos en esas circunstancias, los hombres, mujeres, niños y ancianos libres de la cuenca comenzaron a emigrar de sus comunidades originales arribando a los Señoríos más ricos y poderosos para rentarse como esclavos a fin de sobrevivir a la terrible hambruna, de modo tal que en muy breve tiempo los
Tlatoani de las tres cabeceras de la Excan Tlatolayan (Triple  Alianza) constituida por los Señoríos de Méxco-Tenochtitlan, Tlacopan y Acolhuacan se encontraron ante la necesidad emergente de proteger a sus pueblos del inminente problema de hacinamiento y mortandad. De esta suerte, en el Acolhuacan (Señorío de Tetzcoco), el Acolhuatecutli o Señor Netzahualcoyotl Acolmiztli, ser esplendoroso dotado de un formidable ingenio y audacia, resolvió y aprovechó la circunstancia que le llevó a tener entre su población quizás al mayor acervo de talento humano para el trabajo, debido a que los ciudadanos libres que llegaron a sus tierras, y los que ya las habitaban, eran en su mayoría orfebres, artesanos, agricultores,  jardineros y habilísimos constructores hidráulicos, talladores de roca, modeladores de argamasa, estucadores, pintores y artistas plumarios ; ordenando la ejecución de lo que hoy podemos considerar uno de los fenómenos estéticos en el campo de la ingeniería civil e hidráulica y la arquitectura en su relación con el medio físico natural ; más prominente y extraordinario conocido de lo que fue la antigua mesoamérica: el sistema de regadío sur del  Acolhuacan y la cima arquitectónica y paisajística de la cultura acolhua, El Tetzcotzinco. El sistema de regadío sur es uno de tres que se construyeron en la parte septentrional del  Acolhuacan y que resolvieron las condiciones de miseria provocadas por la prolongada sequía, dándole al rey, además, un gran poderío económico en la Triple Alianza ya que lo convirtieron en el mayor productor y proveedor de granos de la cuenca de México.

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Tomado de:
https://www.academia.edu/24071362/ARTE_Y_EST%C3%89TICA_DE_EL_TETZCOTZINCO_Arquitectura_de_paisaje_en_la_%C3%A9poca_de_Netzahualc%C3%B3yotl?auto=download

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