Durante siete milenios y medio nuestros pueblos vivieron un proceso endógeno de desarrollo humano y cultural. Con sus altas y sus bajas, con sus aciertos y sus desaciertos pero nuestra gente vivió “bien, en parámetros humanos”, aun en los últimos cien años de poder de los mexicas. Dado que el sometimiento de los mexicas a los pueblos del altiplano, nunca fue tan inhumano y explotador, como el de los europeos.
Sin embargo, los invasores españoles llegaron a nuestras tierras a robar y explotar a través del engaño y la violencia. Esto es muy importante entenderlo de una manera descolonizada, pues son los cimientos de la sociedad actual y explican claramente los cinco siglos de colonización.
En efecto, los españoles que llegaron a nuestras tierras, no eran enviados por la corona en un viaje humanista, científico o antropológico. Eran en cambio un puñado de aventureros que había salido ilegalmente de Cuba. La expedición estaba financiada por gente rica que quería multiplicar su inversión. Otros habían puesto en ella toda su pequeña fortuna, como Cortés, y la mayoría que no tenían “en que caerse muertos”, ponían su vida con la esperanza de volverse inmensamente ricos de la noche a la mañana y estaban dispuestos a hacerlo a cualquier precio, sin ningún freno moral o ético. No eran soldados y existía entre ellos muchas rivalidades, envidias y traiciones. La comida, las armas, parque y servicio médico, lo tenían que pagar cada uno del oro que venían a “rescatar”, un eufemismo para no decir ROBAR. De todo lo “rescatado” el 20 % le pertenecía a la corona. Esta gente era lo peor del noble pueblo español. Gente que había fracasado en sus lugares de origen y que desesperados por la miseria o alucinados por el frenesí del oro robado, se venían a nuestra tierra con la idea de hacerse ricos a cualquier precio. Era gente ignorante, mal educada, ambiciosa y pretenciosa, la escoria de una España de la Edad Media, que empezaba a salir de la dominación musulmana que duró ocho siglos, en los cuales el pueblo español fue el esclavo de los árabes y judíos. Esa escoria humana, como la que hay y ha existido en todas las sociedades fue la que llegó a invadir, robar y explotar a nuestro pueblo, sin ninguna causa o justificación.
Es necesario revisar la historia oficial, porque justifica de una manera cínica y natural este lamentable hecho histórico que es un delito de lesa humanidad. Para construir una nueva sociedad necesitamos analizar este pasado de una manera crítica, abierta y descolonizada. Se requiere entender esta tragedia en toda su dimensión y verdad. Por más doloroso y molesto que resulta para los vencedores y los vencidos, porque en estos cinco siglos se ha seguido repitiendo todos los días el mismo drama que inició en 1519. La invasión, el robo, el saqueo, el abuso, la mentira, la justicia divina y terrena, así como la verdad siempre han estado del lado del agresor. Esta amnesia histórica, este desconocer la verdad y aceptar la versión oficial de “la historia de la batalla de la noche triste”, nos condena a seguir repitiendo estas injusticias. Aunque Hernán Cortés y Pedro de Alvarado estén muertos, aunque hayan pasado casi cinco siglos de las matanzas de Cholula y el Templo Mayor, los mexicanos colonizados tenemos vivo en nuestro corazón al conquistador que ha engendrado el sistema colonial y a la menor oportunidad de poder, nos comportamos como Cortés o Alvarado con nuestra propia gente, y las matanzas de Acteal o Aguas Blancas se siguen repitiendo día con día de manera atávica.
Somos ahora el pueblo de México, con el beneplácito de los neo colonizadores globales, la moderna tropa de los invasores, que siguen saqueando y explotando, pero con la indiferencia, el consentimiento y alianza de nosotros mismos.
Queremos iniciar esta revisión de la invasión del Anáhuac, usando los mismos textos que los propios españoles escribieron en el siglo XVI, toda vez que “los naturales” perdimos la “palabra propia” y fuimos condenados a un estado de estupidez intelectual y moral, según nuestros colonizadores. Salvo algunos textos los vencidos no pudimos “escribir oficialmente” nuestra versión de esta inhumana invasión. Sin embargo, los propios textos de los invasores resultan tan absurdos y grotescos, que no es necesario buscar otra versión. Lo que se necesita es analizar estos textos, llamados por la colonización “fuentes”, con una visión crítica y analítica, pero fundamentalmente con un sentido humanista y descolonizador, para entender el tamaño del drama y la tragedia que se inició en 1519 y que se sigue repitiendo con nuestro pueblo a manos de los colonizadores: sean estos consejos de administración de empresas trasnacionales, magnates que viven el lejanos países, extranjeros avecindados y sus hijos o lo que es más triste, por nosotros mismos, que vemos en la colonización una forma “natural” de vivir.
Usaremos “las fuentes” para desenmascarar a la cultura dominante, que basa y justifica la colonización a través del “rescate” en el siglo XVI o el salario mínimo y el neoliberalismo en el siglo XXI, pero que en las dos formas ha sometido y explotada a un pueblo por generaciones. El aceptar a “las fuentes” como la verdad sobre la invasión es colocar los cimientos más profundos y sólidos en los que se ha desplantado el México invadido, primero la sociedad colonial (1521-1821) y luego su continuación con la sociedad criolla (1821 a la actualidad).
Usaremos entonces las mismas “fuentes” para conocer y analizar los cimientos de nuestra sociedad, basada en la injusticia, la ilegalidad, el sometimiento, la mentira, el crimen y el despojo. Solo de esa manera podemos empezar a descolonizarnos mental y espiritualmente, para construir una nueva sociedad en la que no existen los vencedores y los vencidos, los invasores y los invadidos, la gente bonita y “los otros”.