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NAHUAS DE TLALTEMPANAPA. DESPLAZADOS A LA MALA

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<br>NAHUAS DE TLALTEMPANAPA. DESPLAZADOS A LA MALA
ALBA PATRICIA HERNÁNDEZ SOC
Las Patronas, un grupo de mujeres, que prepara comida para los migrantes que pasan por su pueblo en el centro de Veracruz. Foto: Alfredo Domínguez / La Jornada
Las Patronas, un grupo de mujeres, que prepara comida para los migrantes que pasan por su pueblo en el centro de Veracruz. Foto: Alfredo Domínguez / La Jornada
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Desde el 4 de noviembre de 2018, pobladores nahuas de la comunidad Tlaltempanapa, municipio de Zitlala, Guerrero, se desplazaron a la cabecera municipal de Copalillo a causa de la violencia exacerbada por la disputa territorial entre Los Rojos y Los Ardillos. Tres meses vivieron en una cancha techada en Copalillo, sin que el gobierno estatal resolviera su situación. Desesperados, decidieron viajar a la Ciudad de México para que el gobierno federal los atendiera. Desde el 17 de febrero acamparon afuera de Palacio Nacional. El grupo se conformaba por más de 70 personas, el número mayor son mujeres viudas y sus hijos. Los nahuas, provenientes de la región Centro de Guerrero, se suman al grupo de más de 300 desplazados mestizos del municipio de Leonardo Bravo, que acamparon en el corazón del país. El principal apoyo y acompañamiento que han tenido los desplazados es del Centro de Derechos Humanos ?José María Morelos y Pavón? (Centro Morelos).

En Tlaltempanapa, los caminos son de terracería, las casas son de concreto con techos de lámina. La vida conyugal inicia a partir de los primeros años de la juventud, la mayoría de las mujeres desplazadas se unieron en pareja a partir de los 14 años: ?Allá así es la costumbre?. Los jóvenes primero se juntan, tienen hijos y después algunos se casan en la iglesia católica. Los hombres y las mujeres estudian primaria y en menos casos secundaria o bachillerato. Históricamente se conoce que esta región es productora de mariguana y amapola; algunas familias las cultivaban y otras basaban su producción en el sistema milpa. A pesar de la siembra de estupefacientes, Tlaltempanapa es una comunidad con alto grado de marginación.

Las desplazadas nahuas describen historias de horrores, de violaciones sistemáticas, de desaparecidos y ejecutados. ¿Los hombres? De los pocos que sobrevivieron relatan que son campesinos, que trabajaban de jornaleros agrícolas en Sonora o Nayarit. Los Rojos controlaban la región para el trasiego de droga, principalmente la mariguana; sin embargo, desde hace cuatro años lo hacen Los Ardillos. Algunos vecinos y familiares se integraron a esta célula, otros más fueron obligados a participar. ?Vigilan los caminos, protegen al líder frente a otros grupos armados y el ejército?. Cualquiera que se niegue a participar (joven, adulto, hombre, mujer, anciano) es asesinado o desaparecido, y las mujeres son además violentadas sexualmente. Este grupo armado tampoco ha respetado la vida de niños.

Desde hace cuatro años se vive en Tlaltempanapa un desplazamiento silencioso. Al caer la noche, las familias toman lo que pueden, un par de mudas, alguna cobija, y escapan. No se despiden de nadie. Una de las familias recuerda su huida: ?Comenzamos a salir de a poco, primero mis hijas con sus hijos, de a uno, de a dos, porque si ellos ven que te vas te matan. Pusimos un lugar donde nos veríamos. Los primeros salieron a las ocho de la noche, los últimos fuimos nosotros, lo hicimos hasta las 10?.

A la pregunta de por qué salieron al último, los mayores responden: ?Nosotros ya vivimos, ya estamos grandes. A mis hijas y nietos todavía les falta. Toda una noche caminamos, sólo nos paramos cuando ya no podíamos más, eran como las cinco de la mañana, descansamos un ratito y amaneciendo otra vez caminando. Todo un día caminamos, sin un pedazo de tortilla, hasta que llegamos a un pueblo, ahí ya pasaban carros y agarramos uno para llegar a Copalillo?

Esta familia nahua se llevó un par de mudas y cobijas. La casa que con esmero construyeron se conformaba por la habitación de los padres y la cocina, después se fueron añadiendo habitaciones para los hijos casados. Sólo había una cocina. ?Aunque mis hijas ya estaban casadas, es costumbre comer todos juntos?. Cuando se rememora al pueblo recuerdan que ?las calles eran de tierra, las casas de tabique con láminas; a nosotros nos dieron piso firme, teníamos Procampo?.

Sembraban maíz, calabaza, frijol, garbanzo, ?cuando salía muchito lo vendíamos en Zitlala?. La agricultura en Tlaltempanapa es de temporal, había que pedirle a Dios, a los santos cató licos y a los cerros por la lluvia. El cerro más importante es Cruzco, lo subían cada dos de mayo para la petición de lluvia; sin embargo, con el aumento de la violencia dejaron de hacerlo. ?Yo tenía miedo de subir porque pensé que también me iban a matar. A mí me mataron a mi hijo y a mi yerno, hice la denuncia en la fiscalía de Chilpancingo y no me dieron mi documento donde hice la denuncia, porque me dijo la secretaria que no estaba el mero jefe para firmar. Me dijeron que fuera al día siguiente. A la mañana fui y no me dieron nada. Aunque hice la denuncia, no tengo ningún papel?. Desde 2015, la persona entrevistada no volvió a subir a Cruzco para la petición de lluvia.

Alrededor de cada fiesta religiosa, los pobladores participaban con diversos cargos para la celebración. Cada fiesta es recordada por los desplazados. Como el día de los diositos o crucecitas, dioses que se entretejen con nombres de santos católicos y otros nahuas, como Xolpantzin. Una de las familias desplazadas recuerda que al huir dejó las imágenes de su altar doméstico, santos y vírgenes. Sólo la Virgen de Guadalupe viajó con ellos dentro de una mochila y recorrió junto a sus creyentes los caminos sinuosos del terror, el silencio, la añoranza y la separación de su tierra sagrada.

En cada pueblo indígena existen especialistas rituales que son los encargados de curar enfermedades anímicas. En Tlaltempanapa son nombrados como médicos. Los del crimen organizado torturaron y asesinaron a uno. ?Lo ataron a su caballo, lo desnudaron y lo tiraron al suelo. El caballo caminó de regreso a su casa, el médico llegó sin piel, sin cara, todo desnudo, lleno de sangre. Ese médico era bueno, no hizo mal a nadie?. Desde el pensamiento indígena, la barbarie del crimen organizado se comprende como: ?ellos ya no son gente, son asesinos, son como diablos porque no respetan a una persona. Ya se mancharon porque Diosito los está viendo?.

La petición de los desplazados al gobierno federal es su reubicación. El retorno es impensable porque sus vecinos y familiares que años atrás compartieron celebraciones, que crecieron juntos, hoy forman parte del crimen organizado y para los nahuas representan ?la muerte, el dolor y la falta de corazón?. Afuera de Palacio Nacional, los nahuas durmieron sobre colchonetas y cobijas, como techo tenían lonas de plástico y la pared de Palacio los cubría de las ráfagas del viento, pero no es suficiente para el frío o la lluvia. Los alimentos escaseaban, los niños enfermaron y como diría una mujer, ?acá todo se compra, nada te regalan?. A fines de marzo levantaron el plantón tras firmar un acuerdo de seguridad con el gobierno federal.

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